Andrés vivía en su casa dentro del cementerio. Su trabajo era cuidar por las noches que nadie interrumpa el descanso de aquellos que nos precedieron en el camino de la vida. Como era de costumbre comenzó su ronda empezando por la entrada principal para terminar en el mausoleo de la familia Usher. El mausoleo era enorme, oscuro, frío y tenebroso. Generalmente por las noches una bruma cubría todo el suelo, ocultando las ratas que vivían allí. Una noche como cualquier otra, Andrés notó que la puerta de la entrada del mausoleo se encontraba entreabierta. Un escalofrío le comenzó a subir por el cuerpo, pero sin perder la calma entró a la gran bóveda acompañado de su enorme cuchillo. Por suerte nadie (vivo) se encontraba en el lugar, solo estaban los mismos decrépitos cadáveres de siempre. Sin embargo algo llamó la atención del muchacho. Mirando con más detenimiento encontró que el ataúd de Josefina Usher estaba entreabierto, dejando al descubierto su mano derecha con un llamativo anillo de oro, era hermoso y seguramente valía una fortuna. Sin dudarlo, Andrés trató de sacarle el anillo, pero este se resistía, era como si la muerta, desde el más allá, tratara de quedárselo. Obstinado tomo su cuchillo y con mucha fuerza comenzó a serrucharle el dedo. Al cabo de un rato se lo arrancó y con él el fabuloso tesoro. De pronto algo tenebroso comenzó a suceder. Del agujero que había dejado al arrancar el dedo comenzó a brotar sangre, primero eran unas gotas, luego un chorrito y luego fue un río. El espectáculo era increíble y espeluznante al mismo tiempo. El cadáver debería tener unos 100 años y supuestamente toda su sangre debería estar coagulada. Andrés horrorizado trató de cauterizar la herida, pero mientras más se esforzaba más sangre brotaba. Al cabo de algunos minutos, la sangre comenzó a llenar el piso de la bóveda, las ratas asustadas comenzaron a salir nadando de allí puesto que se había formado una horrenda inundación de sangre humana que estaba llenando toda la cámara mortuoria. Horrorizado, el muchacho corrió hacia su casa para buscar refugio. Una vez allí fue al baño para vomitar, sorpresivamente al tirar la cadena un río de sangre se vertió en el inodoro. Al ver esto su propia sangre comenzó a congelarse mientras de la canilla salía otro chorro de sangre. Corrió desesperado busando el armario donde tenia el arma y al abrirlo un río de sangre brotó de él, bañándolo totalmente. Agobiado y sin poder salir trataba de respirar, mientras la inundación de sangre seguía su curso. Al cabo de varios minutos la sangre había llenado cada habitación de la casa de Andrés, con él adentro. Sus pulmones que pedían oxígeno a gritos se estaban llenado con ríos de sangre,.... mas,... y mas, hasta que finalmente explotaron y con ellos su vida.
Al día siguiente la policía encontró su cadáver dentro de una fuente que había en la puerta del mausoleo de la familia Usher. En su rostro todavía se reflejaba el miedo a morir ahogado, pero sin embargo en su mano derecha aún conservaba el dedo mortuorio con el anillo que tanto había codiciado.
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