Era una noche más de sábado, corrían las dos de la madrugada y no me daba entrado el sueño. Decidí apagar la televisión y en ese momento, escuche un ruido en la planta baja de mi casa. Como soy muy valiente, cogí el bate de beisbol que había comprado en una tienda de deportes y bajé en busca del ladrón. Encendí las luces, pero allí no había nadie, por lo que me di la vuelta y cuando me disponía a subir de nuevo para mi cama, noté algo que me rodeaba y una mano en mi espalda. Era una especie de luz con silueta de hombre, que no me dió tiempo a ver ya que corrí despavorida sin rumbo.
Salí de casa y el vacío de las calles se hacia más terrorífico, como si una historia de terror de una pelicula fuera. Además, el miedo me hizo mirar para atrás y esa luz seguia persiguiendome. Después de casi 600 metros y cuando mis pulmones me fallaban, decidí parar y grité: ” Dejame en paz ya, por favor ” . Apareción una señora de una casa cercana y me invitó a tomar una taza de té. Le conté lo sucedido y creo que no me creyó, pero me sentía segura con ella. Cuando me tranquilizé, ella me llevó a su casa en su coche viejisimo, que tardamos diez minutos en encender y a saber si tenia seguro de coche. Desde entonces, y han pasado tres años, no me ha pasado similar.
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