Francisco despertó y vio que unas personas vestidas de blanco rodeaban una cama
que estaba a su lado. Se asustó e intentó levantarse. Una de las personas de
blanco, una mujer, volteó hacia él y luego se le acercó.
- ¡No intente
levantarse! Se le puede abrir la operación - le dijo la mujer. En ese momento
Francisco recordó; estaba internado en un hospital. Solía dormir tan profundo
que despertaba confundido.
El otro ocupante de la habitación estaba mal, un
doctor intentaba revivirlo. El doctor dejó de insistir, se volvió hacia una
enfermera y le dijo que anotara la hora del fallecimiento. Le cubrieron la
cabeza con la sábana y el médico se marchó con la mirada baja.
Cuando los
otros se iban a marchar también Francisco les preguntó:
- ¿No se van a
llevar al cuerpo?
- Ahora va a venir alguien para llevarlo a la morgue. Usted
quédese tranquilo, sólo será un momento - y dicho esto la enfermera salió de la
habitación.
Francisco volteó hacia el cuerpo inerte que tenía al lado. El
hombre estaba en la habitación desde el día anterior, había conversado con él
unas horas atrás, y ahora estaba muerto.
Francisco ya se había sumergido en
las oscuras reflexiones que nos asaltan cuando estamos ante la muerte, pero un
griterío que llegó desde el pasillo hizo que girara la cabeza rumbo a la puerta.
Habían pasado los minutos y aún no venían a llevarse al cuerpo. Algunas
personas cruzaron corriendo frente a la puerta; algo pasaba.
Llegaron
hasta la habitación verdaderos gritos de terror, y de pasos corriendo
frenéticamente, golpes de puertas, alaridos. Fuera del hospital la noche se
llenó de bocinazos, sirenas, frenadas, todos esos sonidos se mezclaban con los
gritos histéricos de gente que huía despavorida.
Francisco, medio erguido
sobre la cama, escuchaba todo aquel caos sin comprender qué pasaba, lo que lo
asustaba más. Creyó sentir olor a humo, y de pronto la luz se cortó, dejándolo
a oscuras. Entonces supuso que todo el escándalo era por un incendio. Haciendo
un gran esfuerzo consiguió levantarse. Buscó la pared extendiendo los brazos, y
al encontrarla caminó vacilante hasta la puerta. Ya había encontrado el
picaporte cuando escuchó que alguien atravesaba el corredor a los gritos,
diciendo:
- ¡Los muertos han revivido! ¡Nos invaden los zombies! - en ese
instante Francisco se acordó de su compañero de cuarto, y al ladear la cabeza
escuchó que unos pies descalzos corrían hacia él.
Ya van dos cuentos que toman de mi blog.
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