Mírala, ahí está otra vez esa niña tan rara sentada en las escaleras de su casa.
No es rara. Sólo es ciega.
Es rara. Siempre ahí sola. Haciendo que mira algo...
Su madre ha salido. Tirémosle con unas piedras, a ver si es verdad que puede ver algo.
***
¿No ves que ella no puede ver nada? Ni se ha movido del sitio.
A lo mejor es que no han caído demasiado cerca, o tal vez, también esté sorda. Probemos otra vez.
Nada. Ni se mueve. Sigue ahí sentada como si nada. ¡Y mira que la he acertado veces!
La has hecho sangrar. Vámonos antes de que regrese su mamá.
Espera... ¡Eh, niña! ¡Seguro que puedes ver algo! Mira ¿Ves? Tengo aquí una piedra bien gorda. Si no te logras apartar, te atizaré con ella.
***
¡Qué has hecho! ¡Vámonos ya! Sangra mucho.
Si puedo ver algo.
¿Qué has dicho?
Que sí puedo ver. Sólo que son cosas que vosotros no podéis.
Anda, déjala ya.
¿Ah, si? ¿Cómo qué, cegata del carajo?
Cuando vayáis a echar a correr, no crucéis la carretera.
¡Corre! ¡Por allí asoma su madre...!
¡Vámonos!
Hiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii...
¡Lucía hija! ¿Estás bien, cariño?
Sí mama.
¡Dios mío! ¡Qué horror! ¿Qué puede haber pasado?
Esa furgoneta ha atropellado a dos chicos. ¿Es que no lo has visto, mamá?
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