En un atardecer nublado, de cielo color de plomo, Emilio avanzaba a pie por la
Vía del tren. Caminaba sin tener un destino, su única meta era seguir andando, y
Como un autómata avanzaba hacia el horizonte borroso de su vida.
A ambos lados de la vía se extendían solitarios campos recorridos por el silencio.
Con la melena y la barba crecida, era la imagen clásica de los vagabundos de los
Caminos.
El retumbar de un trueno lo hizo salir del estado de automatismo. Después de
Estremecerse como quien acaba de despertar, buscó con la vista algún posible
Refugio que lo guardara de la inminente lluvia.
El paisaje ya se estaba oscureciendo. Alcanzó a ver las ruinas de una casa, a unos
Doscientos metros de la vía. Algunas goteras ya le azotaban la espalda cuando
Llegó a las ruinas. Gran parte de la casa estaba derrumbada, solo una habitación
Conservaba su techo. Tras una rápida inspección decidió instalarse.
Con la tormenta rugiendo afuera y la noche extendiéndose por el campo, Emilio
Intentaba arrancar el marco de una puerta para usarlo como leña. Iluminándose
Con el encendedor, estaba en esa tarea cuando una ráfaga de viento apagó su
Única fuente de luz y la oscuridad se cerró sobre el. Cuando volvió a encender
La llama, su luz iluminó de lleno a un horripilante rostro similar al de una anciana
Pero mucho mas grotesco y repulsivo. Emilio corrió hacia la salida, pero antes de
Llegar al exterior aquella cosa repulsiva lo abrazó por detrás, y recostando su
Cabeza al hombro de Emilio, lanzó una horrible carcajada.
Al final su andar errante lo llevó hasta una casa embrujada, la cual fue su último
Destino.
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