Era una mañana tranquila, el sol brillaba y todo parecía maravilloso, excepto para mí que había pasado más de una semana con fiebre, a veces deseo no recordar aquella noche de domingo en la que fui víctima del más extraño y aterrador suceso en mi vida, el cual paso a contarles.
Como la mayoría de gente que está mal de salud no podía salir ni comer lo que yo quisiera, sobre todo si tienes padres un poco sobreprotectores y estrictos, así que solo estaba en mi cuarto viendo caricaturas o cualquier cosa para matar el aburrimiento, pero cuando estaba totalmente solo escuchaba voces y pasos cerca de mi habitación, llegue hasta ver sombras incluso al escuchar que mis padres habían salido a comprar medicinas, aun así no le prestaba mucha atención, aunque estaba aterrado.
En las noches oía como mi perro ladraba hacia ciertas partes de la casa sin sentido, y llegue a verlo como trataba de morder a la nada, eso me puso aun peor, a veces dormía con la luz prendida por temor a que algo me pasara.
Llego el día domingo, estaba cansado porque no pude dormir bien la noche anterior, así que me quede hasta tarde acostado. Desperté mucho después del almuerzo como a las 4pm y no tenía ganas de comer, y era igual porque solo me daban un poco de sopa, como siempre estuve en casa hasta la noche, mis padres trajeron jugo y pollo sancochado para que yo pudiera comer algo, al menos cene bien esa noche.
Al fin estaba descansando bien, sin escuchar a mi perro ladrar, al parecer todo marchaba bien para mí, pero unas horas mas tarde comencé a oír por mi costado murmullos y voces que no podía entender, al instante mi perro empezó a ladrar y yo abrí los ojos asustado viendo una sombra negra cruzar por mi lado y que se colocó frente a mi cama, no podía creer lo que veía, no podía moverme, ni hablar ni gritar, con esfuerzo, respiraba, no sabía lo que sucedería después, vi como desapareció como una especie de remolino en el aire botando todo a su alrededor, unos segundos después me desmaye y recuerdo que solo amanecí abajo de mi cama muy asustado, lo único que hice fue correr de mi cuarto y contárselo a mis padres, sin duda me creyeron al verme tan pálido y lloroso (cualquiera en mi lugar lo haría); horas después echaron agua bendita y aseguran que mis cosas se empezaron a caerse de la nada; ya ha pasado como un año y medio desde aquella noche, sin embargo, aun escucho esas voces cerca a mi rostro pero ya no les presto atención porque ya me acostumbré. Lo que viví no se lo deseo ni desearía a nadie porque créanme no creo que sus corazones resistan.
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