jueves, 30 de diciembre de 2010

La chica de la radio

Annie era una chica de 19 años, que trabaja como presentadora en un programa de radio. En los descansos entre el programa, ella y sus compañeras solían ir a una cafetería cercana. Allí preparaban unos bollitos exquisitos, pero la dueña era una vieja amargada y muy arisca.
Un día que fueron allí en un descanso a tomar algo. Y como de costumbre pidieron un café y unos de los famosos bollitos. La vieja se los sirvió. Pero esta vez fue tan grosera, que la chica se enfadó y derramó el café. La vieja se puso histérica, y empezó a insultar a la chica. A la que está le contestó de la misma forma: "estoy harta de ti vieja insolente, ojalá se te quemara todo el negocio y te murieras para siempre." Y se marchó. Durante el programa, su jefe les avisó que tenía una noticia de última hora. Esta era: "Les avisamos con una noticia de última hora de que la cafetería que ahí al lado de nuestra emisora ha salido ardiendo y han muerto quemadas todas las personas que había en ella."
La chica salió al baño incrédula de lo que había escuchado. El pasillo estaba desierto, y de pronto empezó a oír unos ruidos. El temor recorrió su cuerpo, y fue aligerando el paso. Hasta que unas sombras la rodearon. Entre ellas estaba la vieja, con todo el cuerpo quemado, y todos los clientes con los cuerpos calcinados. La vieja le dijo: "¡Ahora querrás no haber deseado nada!"...

jueves, 23 de diciembre de 2010

La gata blanca

Cuentan que hace muchos años existió un matrimonio aparentemente feliz; la mujer, llamada Carmen, sentía adoración por su marido pero tenía una extraña enfermedad que la mantenía en cama todo el tiempo. Felipe, al contario, la engañaba con una prostituta del pueblo.

Varias veces durante sus encuentros la amante había observado que en la ventana, mientras hacían el amor, los observaba una gata blanca que no dejaba de maullar horriblemente todo el tiempo; los miraba fijamente hasta que un día, ya enfadada de que esto sucediera, se lo dijo a Felipe, pero él no le tomó importancia.

Una noche, Carmen estaba muy grave, a punto de morir, suplicándole a Felipe que se quedara con ella hasta los últimos momentos, pero al cabo de unas horas, él decidió "salir a tomar el aire", así que fue al encuentro con la otra mujer y, como en las noches anteriores, la gata blanca se encontraba en la ventana... Pero en esta ocasión fue Felipe quien la vio y decididó con un puñal en mano darle muerte. Quedaron horrorizados al escuchar los maullidos y gritos de dolor que la gata producía de dolor.

A la mañana siguiente, al volver Felipe a casa, descubrió que Carmen había muerto la noche anterior, llamándolo, pronunciando su nombre, pero lo más horrible es que con dolores muy fuertes y maullando, sí, maullando como una gata... una gata blanca.

martes, 14 de diciembre de 2010

Claustrofobia

La cueva, ante sus ojos, parece tener un raro poder hipnótico.
La entrada es poco más alta que el tamaño medio de un ser humano. Quizá un metro noventa, o quizá menos...
Pero Toño se siente irresistiblemente empujado a entrar en ella.
Algo, en su interior, grita desesperadamente. Le previene de que no debe traspasar el umbral de piedra.
Toño vacila.
Da un paso.
Luego otro vacilante, luego otro más seguro...
Finalmente, penetra decididamente en el oscuro agujero.

El interior no es tan oscuro como él temía. Avanza entre un olor dulzón a tierra húmeda. Las paredes, efectivamente, rezuman humedad, minúsculas gotas que resbalan lentamente, como perezosas lagartijas, roca abajo, hasta ser absorbidas por la tierra que tapiza el suelo de la cueva.
El pasillo se alarga, entre curvas suaves. Toño nota que sus cabellos rozan algo. Es el techo de la cueva. Parece como si el techo estuviera cada vez más bajo. Quizá el pasillo se estrecha paulatinamente a medida que se prolonga...
Esa sola idea basta para atenazarle el corazón. Su corazón, débil y enfermizo de por sí... un corazón aprensivo que no resiste la idea de cuatro paredes cerradas...
¡CLAUSTROFOBIA!
Esa es la palabra...
Y en ella refleja todo su temor. Un temor formado por una parte de morboso placer, que le empuja a seguir adelante por el corredor de piedra a sabiendas de que las paredes son cada vez más estrechas y el techo y el suelo se hallan cada vez mas cerca...
La fuerza invencible sigue empujándole adelante, aunque ahora debe caminar ya agachado...
La luz disminuye. Debería haber desaparecido ya, pero aún basta para vislumbrar levemente el camino que se extiende serpenteante ante él. Un brusco descenso del techo. Toño tiene que caminar sobre sus rodillas y sus codos para seguir avanzando.
Aquella depresión del techo pasará pronto... tiene que pasar... y luego podrá seguir caminando normalmente, erguido, quizá incluso se halle en una caverna natural con estalactitas y estalagmitas... Una foto de las Grutas de Cacahuamilpa pasa fugazmente ante sus ojos.
Respira fatigosamente, con una extraña opresión. El esperado ensanchamiento no llega. En vez de eso, el paso entre las paredes de piedra es cada vez mas angosto, obligándole a arrastrarse como una serpiente para seguir avanzando, empujado por alguna extraña e incomprensible fuerza...
Asustado, Toño se da cuenta de que ya no tiene espacio ante él. El corredor, angosto como una conejera, termina bruscamente ante la piedra que forma el corazón de la montaña, como si algún desalentado ingeniero hubiera dejado su trabajo e medio terminar...
Claustrofobia...
El asfixiante terror a los espacios cerrados hace presa en él.
Debe volver atrás, rápidamente, ganar la salida, el cielo azul, el aire fresco, la,...
No, no es posible.
¿Por qué no puede retroceder?
Sus manos se apoyan fuertemente en el suelo a fin de intentar impulsarle hacia atrás... pero es inútil.
No puede moverse. Por lo menos, no con ayuda de las manos.
Entonces son las rodillas las que, desesperadamente, tratan de constituirse en punto de apoyo para impulsarse hacia atrás. Pero sólo consigue desgarrarse la tela del pantalón y desollarse la piel.
No puede moverse. Está clavado en el suelo, con la roca sobre su espalda, bajo su pecho, ante su cabeza y quizá, muy posiblemente, detrás de sus pies...
Como una película, un brutal zoom hacia atrás le hace ver a si mismo prisionero en una inmovible cárcel de piedra, con toneladas de piedra sobre él y debajo de él, por delante, por detrás, como si ahora también él formara parte de la montaña que le ha aprisionado en sus entrañas...
Abre la boca.
Llena sus pulmones de aire viciado, húmedo, oscuro, con sabor a tierra. Un alarido desesperado, desgarrador, salvaje, brota de su garganta.

-Toño... por Dios, ¿qué te ocurre?
La mano de Ana, fuertemente, le sacude.
El final del alarido sale, agonizante, de sus pulmones.
-Toño... ¿qué tienes?
Mira a su alrededor. Un armario, un rectángulo de luz que viene de la calle. Lo único que toca su cuerpo es la ropa del pijama, y encima de ella la de la cama.
Ana, preocupada, le mira con cierta inquietud.
-Ha sido ese sueño otra vez, ¿verdad?
-Si... el horrible... ¡me moriré si sigo soñando eso! Mi corazón... no lo resistirá...
-Tranquilízate, cariño... mañana volveremos otra vez a ver al cardiólogo.
Y, si es necesario, a un psicoanalista. Pero tienes que dejar de soñar esas cosas horribles...
-¿"Esas", dices? No, Ana... Sólo hay una pesadilla... sólo una... siempre la misma...

El médico retira los cables, que se han calentado al contacto con el cuerpo de Toño.
Luego, tira de una larga hoja de papel y observa los grafismos de cordillera que la cabeza lectora ha impreso en ellos.
-Tenemos que cuidarnos, amigo- dice, empleando ese "nos" tan característica y paternalista de los médicos.
-¿Estoy peor?
-Bueno, no es eso exactamente... pero no hay mejoría, que es lo que nosotros esperábamos. Ese corazón está muy fatigado...

-Toma... aquí tienes las gotas...
Toño, obedientemente, las toma mientras Ana acaba de abrocharle la chaqueta del pijama y pasa cariñosamente los dedos por la piel de su pecho.
-No te desmoralices, ¿quieres? No me gusta verte deprimido...
Toño asiente, en silencio. Su frente se puebla de un sudor frío. Acaba de presentir que volverá a tener la pesadilla.
Se tumba en la cama, se arropa, aprieta las sábanas en torno a su cuerpo como para protegerse de un enemigo invisible y viscoso que caerá sobre él en cuanto Ana apague la luz de la mesilla de noche...

La cueva. La oscuridad.
Olor a humedad, un pasillo cada vez más angosto... piedras que aprisionan su pecho, su espalda, toso su cuerpo...
Un alarido. Otro más. El último.

Ana, sobresaltada, toca el cuerpo de Toño. Rígido, frío. Sus ojos están clavados en el techo, como si éste se hubiera movido, como si hubiera bajado para aplastarle...
Su corazón no late desacompasado como es habitual después de su pesadilla. Ana aplica el oído al pecho de Toño. Nada. Silencio. Su corazón se ha detenido.

Todo es oscuro. Toño abre los ojos. La pesadilla otra vez...
Sigue el olor a tierra, y el olor a humedad. Intenta mover los brazos, pero no puede. Quizá con las rodillas...
Pero, como es habitual, tampoco las rodillas sirven.
Tendrá que gritar para despertarse y acabar con aquella horrible angustia.
Abre la boca. Va a gritar. Pero, de repente, algo cruza su mente.
Hay algo distinto. ¿Qué es?
La posición... no está boca abajo, como cuando lucha desesperadamente para salir del túnel.
No. Está boca arriba. Boca arriba...
Y hay otro olor. Un olor nuevo, aparte de la humedad, la tierra... un olor a madera.
A madera recién barnizada.
Toño adivina que el barniz es de color negro. Y advierte ahora el movimiento exterior... un movimiento de balanceo...
Un golpe brusco. Es el final del viaje. Algo blando cae sobre él, sin tocarle, pero Toño oye el ruido, nota la vibración. Olor a tierra Húmeda, recién movida...
Intenta gritar, pero ningún sonido sale de su garganta. Y las paletadas de tierra, lenta e inexorablemente, caen sobre la tapa de su ataúd mientras Toño desgarra sus uñas contra la madera, en un salvaje e inútil intento por sobrevivir...
Su palabra terrible, claustrofobia, se une ahora a otra mucho más terrible aún: catalepsia...
¿Por qué no esperaron un poco entes de enterrarlo? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ...

martes, 7 de diciembre de 2010

La adevertencia

Sólo quería ayudar,ese fue mi error. Aquí en esta institución psiquiátrica no me tratan mal,¿loco?, puede, no escribo esto para debatirlo, escribo por que es la última oportunidad de avisarte.
Nadie me creyó. Hay días que pienso que fue un sueño, la medicación, supongo. Sé lo que vi, y sé que no soy el único, por esta razón te prevengo, por lo que mas quieras,nunca cierres los ojos en la ducha!!.
Diecinueve años le seguí la pista, tuve decenas de sesiones con sus victimas, le llamaban de muchas maneras, el duende de la ducha, demonio, cosa, espectro.Todos acabaron muertos o locos, en el mejor de los casos. Los muertos se encuadraron en accidentes domésticos, resbalón en la ducha..etc.
Recuerda esto, cuando te duches puede que no estés solo, no cierres los ojos, quién sabe que puedes ver al abrirlos

martes, 30 de noviembre de 2010

Franskenstein, el monstruo bondadoso

En un lejano castillo el doctor Frankenstein estaba llevando a cabo una obscura y prohibida teoría que consistía en juntar distintas partes de seres humanos y lograr formar un nuevo ser dándole vida por medios artificiales.

Todos sus colegas se habían burlado brutalmente de él, a tal punto que tomándole por loco lo habían expulsado de la academia médica. Esto último hizo que Frankenstein se obsesionara aún más con su experimento, tanto que ya no salía de su laboratorio nada más que para buscar cadáveres recientes de convictos, que pudieran servir a su investigación.

Al cabo de largos meses logró su objetivo, esa misma noche pondría en marcha su plan. ¡ Sólo era necesario un rayo que suministrara la corriente necesaria para que su criatura viviera!

La tormenta estaba totalmente fuera de control, un rayo dió en la torre del castillo y milagrosamente el monstruo comenzó a mover lentamente sus dedos, y entonces aturdido abrió los ojos.




Frankenstein estaba dichoso había triunfado... ¡ Por fin sería declarado un genio de la medicina!, pero primero debía hacer algunas correcciones, la criatura vivía pero era tan torpe como un bebe.

Pasaron largos meses durante los cuales el doctor y Brenda, su ayudante, se dedicaron a enseñar a la criatura, cuidando de no dar detalles de su apariencia, y manteniéndolo oculto, pero aquella tarde Frankie, tal era el nombre que le había dado el doctor al monstruo, logró burlar la vigilancia y salir del castillo.



Todo era nuevo y maravilloso a sus ojos, mariposas, aves, flores... pero entonces una pequeña que jugaba en el lugar lo vió y comenzó a gritar asustada. Frank no comprendía lo que sucedía hasta que se vió reflejado en el lago. ¡ Era una criatura abominable! Por su ojos brotó una lágrima de dolor, la multitud comenzó a correrlo y a gritarle, esto lo atemorizó y solamente atinó a correr al castillo donde estaba su creador. Cuando se enfrentó al doctor Frankenstein lo miró largamente y preguntó: ¿Por qué, por qué me has creado?¿ No ves que me odian ?

Entonces el doctor respondió: ¡No, no es a ti a quien odian! ¿ Acaso no ves su ignorancia? ¡ Odian lo desconocido, odian la ciencia y me odian a mí! ¡Escapa tú eres único, eres mi triunfo, debes salvarte!



Cuando terminó de decir estas palabras le enseñó una salida secreta y luego trató de sofocar el fuego que la muchedumbre embravecida había encendido en su laboratorio pero fué inútil y cayó abatido por las llamas.

Todos marcharon contentos pues pensaron que habían destruido a Frankenstein y a su creación pero... ¿Sería eso verdad?

Lejos, muy lejos en la montaña un anciano hermitaño casi ciego había encontrado un verdadero amigo al que llegaría a quere como a un hijo.





FIN

miércoles, 24 de noviembre de 2010

La casa encantada

Una joven soñó una noche que caminaba por un extraño sendero campesino, que ascendía por una colina boscosa cuya cima estaba coronada por una hermosa casita blanca, rodeada de un jardín. Incapaz de ocultar su placer, llamó a la puerta de la casa, que finalmente fue abierta por un hombre muy, muy anciano, con una larga barba blanca. En el momento en que ella empezaba a hablarle, despertó. Todos los detalles de este sueño permanecieron tan grabados en su memoria, que por espacio de varios días no pudo pensar en otra cosa. Después volvió a tener el mismo sueño en tres noches sucesivas. Y siempre despertaba en el instante en que iba a comenzar su conversación con el anciano.
Pocas semanas más tarde la joven se dirigía en automóvil a una fiesta de fin de semana. De pronto, tironeó la manga del conductor y le pidió que detuviera el auto. Allí, a la derecha del camino pavimentado, estaba el sendero campesino de su sueño.

-Espéreme un momento -suplicó, y echó a andar por el sendero, con el corazón latiéndole alocadamente.

Ya no se sintió sorprendida cuando el caminito subió enroscándose hasta la cima de la boscosa colina y la dejó ante la casa cuyos menores detalles recordaba ahora con tanta precisión. El mismo anciano del sueño respondía a su impaciente llamado.

-Dígame -dijo ella-, ¿se vende esta casa?

-Sí -respondió el hombre-, pero no le aconsejo que la compre. ¡Un fantasma, hija mía, frecuenta esta casa!

-Un fantasma -repitió la muchacha-. Santo Dios, ¿y quién es?

-Usted -dijo el anciano, y cerró suavemente la puerta.

FIN

jueves, 18 de noviembre de 2010

El gato diabólico

Esta historia sucedió cuando yo era pequeño, tenía como 6 años y recuerdo que en una madrugada me levanté temprano para acompañar a mi madre porque ibamos a viajar, eran como a las cinco de la mañana y me dirijí al baño que quedaba fuera de mi casa, pero al salir al patio, yo vi un gato negro que caminada con las patas trasera, como si fuera un humano, yo lo vi que estaba todo desgarrado, como en estado de descomposición, vi que me volteó a ver y se rió de mi, yo me quedé pasmado hasta que mi madre me fue a ver, le conté lo sucedido y me regañó porque dijo que eran cosas de mi imaginación, pero meses mas tarde, una noche mi madre vio que se metió algo bajo mi cama, ella se asomó bajo la cama y alumbró con una linterna y vio al extraño ser que yo vi esa madrugada, ella lo vio que estaba rasgandose la piel y cuando se percato que lo estaba viendo mi mamá, este ser dio un gran alarido que hizo que yo me levantra llorando, mi mamá empezó hacer oraciones y con el tiempo ya no sucedió nada extraño hasta el dia de hoy

martes, 9 de noviembre de 2010

La momia

La expedición de la doctora Agustina acababa de hacer un increíble descubrimiento ¡Una nueva tumba egipcia perteneciente a algún Faraón desconocido aún por los historiadores!
¡Esto era realmente fantástico!.Las paredes estaban completamente cubiertas por jeroglíficos que indicaban las terribles maldiciones que acosarían a los profanadores y anunciaban que el que ahí yacía había sido condenado por un amor prohibido.

Agustina, estaba tan entusiasmada con el hallazgo que no dio importancia a las amenazas y esa misma noche decidió abrir el sarcófago. La momia tenía una máscara de oro con un hermoso rostro tallado representando la imagen de un joven de aproximadamente veinte años, los rasgos reflejaban una eterna dulzura y calma.

Aquella noche la doctora soñó con ese apuesto joven acercándose a ella y tendiéndole la mano para que lo acompañe en su viaje sin fin, el sueño era tan real que le pareció sentir los dedos del joven acariciando sus cabellos, pero ..¡ la máscara cayó dejando al descubierto un espantoso cadáver al que le habían arrancado los ojos, y cortado los labios...

La doctora despertó aterrorizada, todo había sido tan real que aún le costaba distinguir entre la fantasía y la verdad. Como no podía conciliar nuevamente el sueño decidió descifrar los jeroglíficos del sarcófago. La maldición decía:

La persona que ultraje esta tumba será la esclava eterna de su ocupante

Esto no podía ser verdad, solamente serían amenazas para asustar a la gente de aquella época, pensó Agustina, tratando de convencerse a sí misma; Sin embargo no podía dejar de recordar lo que había soñado.

Cuando llegó nuevamente la noche , la joven científica se preparaba para dormir, entonces una ráfaga de viento helado llegó hasta ella, cuando se volvió para ver que sucedía quedó completamente paralizada ... ¡Parada frente a ella estaba la espantosa figura de la Momia!

La horrible criatura extendía sus putrefactos brazos tratando de alcanzarla, aparentemente la confundía con su eterna amada. Cuando Agustina pensó que no tendría salvación ocurrió algo completamente inesperado, la Momia se vio reflejada en un espejo... Primero retrocedió, pero luego pareció darse cuenta de que en verdad aquel ser repulsivo era él mismo, entonces sin vacilar tomó la lámpara de alcohol que iluminaba el lugar y rompiéndola contra su pecho comenzó a arder en llamas.

En aquel instante Agustina comprendió que el único esclavo de esta tumba había sido el joven Faraón, esclavo por siempre de su amor.

FIN

martes, 2 de noviembre de 2010

El diablo y sus añicos

Cierto día un duende malo, el peor de todos, puesto que era el diablo, estaba muy contento porque había preparado un espejo que tenía la propiedad de que todo lo bueno, bonito y noble que en él se reflejaba desaparecía, y todo lo malo, feo e innoble aumentaba y se distinguía mejor que antes. Hans Christian Andersen
¡Qué diablura malvada! Los paisajes más hermosos, al reflejarse en el espejo, parecían espinacas hervidas y las personas más buenas tomaban el aspecto de monstruos o se veían cabeza abajo; las caras se retorcían de tal forma que no era posible reconocerlas, y si alguna tenía una peca, ésta crecía hasta cubrirle la boca, la nariz y la frente.
-¡Vengan diablitos, miren que divertido! -decía el diablo.
Había algo peor todavía. Si uno tenía buenos pensamientos, aparecía en el espejo con una sonrisa diabólica, y el peor de todos los duendes se reía satisfecho de su astuta invención. Los alumnos de su escuela, pues tenía una porque era profesor, decían que el espejo era milagroso, porque en él se podía ver, afirmaban, cómo eran en realidad el mundo y los hombres.
Lo llevaron por todos los países y no quedó ningún hombre que no se hubiese visto completamente desfigurado. Pero los diablos no estaban satisfechos.
-¡Quisiéramos llevarlo al Cielo para burlarnos de los ángeles! -dijeron sus alumnos.
Así lo hicieron, pero cuanto más subían, más muecas hacía el espejo y más se movía, y casi no lo podían sostener. Subieron y subieron con su carga, acercándose a Dios y a los ángeles. El espejo seguía moviéndose; se agitaba con tanta fuerza que se les escapó de las manos y cayó a tierra y se rompió en más de cien millones de pedazos.

Pero entonces la cosa fue peor todavía, porque había partículas que eran del tamaño de un granito de arena y se esparcieron por todo el mundo, y si caían en el ojo de alguien, se incrustaban en él y los hombres lo veían todo deformado y sólo distinguían lo malo, porque el más pequeño trozo conservaba el poder de todo el espejo.
Lo terrible era cuando una partícula se incrustaba en el corazón de una persona, porque se convertía en un pedazo de hielo. Algunos hicieron cristales de gafas con los trozos que se encontraron pero fue espantoso. El que se ponía las gafas veía todas las cosas transformadas en cosas tristes y desagradables y ya no podía ser feliz.
El diablo se desternillaba de risa vendo lo que habían hecho sus discípulos. Se reía tan a gusto que su gordo vientre se agitaba y se cansaba de felicitar a sus alumnos.

domingo, 24 de octubre de 2010

El vampiro en el tren

Érase una vez por 1931, un señor llamado Estéfano, el había perdido su trabajo y ya no podía pagar la vivienda en la que habitaba. Un día recibió una carta que decía,”Señor Estéfano, se le advierte que si no paga el alquiler de su casa, el Gobierno se vera obligado a desalojarlo”. Al leer esta carta Estéfano pensó en que debería encontrar un trabajo para solucionar su problema. El primero que encontró, era para conducir trenes, lo acepto, así que volvió a su casa a descansar por que a primera hora de la noche, tenía un viaje desde Bs. As hasta la plata, y desde la plata de regreso a Bs. As. Cuando se despertó se puso su mejor ropa y partió hacia la estación, miro a los pasajeros y eran solo tres, se les acerco y les dijo que suban al tren, espero unos tres minutos y al ver que no había mas pasajeros recorrió el vagón en el que iban esos tres y en ese momento pensó por que su acompañante no llegaba, la verdad era que el acompañante misteriosamente había desaparecido mientras hacia su recorrida habitual por la mañana. En la primera parada detuvo el tren, y se bajo de el para recibir a los pasajeros, ya que no contaba con la ayuda del guarda. Como no había nadie que lo aguardaba, subió nuevamente y se dirigió al vagón donde viajaba el trío de amigos, al llegar allí los tres estaban somnolientos, les pregunto si necesitaban algo, uno le pregunto si faltaba mucho para llegar, otro le pregunto si se podía comer , mientras el ultimo, que parecía ser el mas chico, jugaba con su celular, el contesto que no faltaba mucho y que si se podía comer, de repente se escucha un fuerte ruido que venia desde arriba, parecía como si alguien hubiese saltado desde arriba del tren, Estéfano chisto a los pasajeros e hizo silencio, para escuchar los movimientos, al principio pensó que era una rama pero el tren no estaba en marcha, y luego se dio cuenta de que podría ser un linyera o cualquier otra persona, decidió bajar del tren para ver que era lo que había sucedido, tomo aire se armo de valentía y cuando miro hacia arriba una sombra le paso por atrás, cuando miro hacia ella no había nada, volvió a mirar hacia delante y la vio, estaba entrando al tren parecía como que tenia enormes alas, no lo pensó dos veces y fue corriendo a capturar a ese extraño animal, los pasajeros gritaban_ ¡Vampiro, Vampiro!_ Estéfano se detuvo porque no podía creer que era un Vampiro y al verlo cuando el horroroso se dio vuelta toda la verdad paso por su mente_ ¿por que no había pasajeros, por que su acompañante no llegaba?_ todo era obra del hambriento vampiro, al ver que venia hacia el, tomo el mata fuego y se lo roció en su cara, el Vampiro chillaba aprovecho ese momento para escapar con los pasajeros uno se escondió en los baños el otro debajo de un asiento, el ultimo se subió arriba en donde se guardan los equipajes, el pobre Estéfano no tuvo otra idea que tirarse del tren y huir, pero fue la peor dedición que hubiese tomado cualquiera de los cuatro, cuando vio que era todo campo se asusto mucho y volvió a subir y se escondió debajo de un asiento como hizo el mas chico, escucho un grito muy fuerte, cerró los ojos lamentándose, cuando miro hacia el lado del pasillo vio las horribles patas del vampiro, mantuvo la respiración para que el no lo escuchara, pero siguió buscando a los pasajeros y a el. Pasaron 30 minutos, Estéfano seguía escondido, y como parecia todo tranquilo, salio de su escondite a buscar con cuidado a los demás pasajeros, los encontró a los tres en la maquina, estaban asustados, Estéfano les pregunto_ ¿están todos bien?_, _ no , a mi me lastimo un pie, pero me soltó_ dijo el mas chico_ bueno vamos a tener que irnos, no podemos quedarnos aquí para siempre_ dijo Estéfano_, y se fueron a buscar un lugar en donde quedarse hasta que pasara la noche, vieron unas luces que no estaban muy lejos. Cuando llegaron, tocaron la puerta y le dijeron a la señora que los atendió_ ¿Nos podemos quedar aquí solo por una noche?_ la señora les contesto que si, y los hizo pasar. Al final Estéfano y sus pasajeros pasaron una pesadilla aquella noche en el tren. El gobierno le quito a Estéfano su casa, pero ya tenia a sus tres amigos. Se hicieron un club de viajeros busca aventuras y desde entonces se la pasan viajando y metiéndose en líos, pero su mejor aventura fue esa noche en la que los sorprendió el vampiro en el tren, siempre la cuentan si se encuentran con alguien cuando detienen su viaje para comer algo, pero lo sorprendente de esta historia es que el Vampiro, los busca a los cuatro para matarlos, ya que esa noche no tuvo la oportunidad, porque detecto que un hombre lobo se acercaba, entonces huyo, ya que los vampiros le temen a los hombres lobos, es decir que los cuatro pudieron ser atacados por otro horroroso animal. Fin

lunes, 18 de octubre de 2010

Las brujas despiertan

La tan esperada noche de brujas por fin había llegado , los niños se disponían a salir por sus dulces para luego reunirse a contar cuentos de terror. Pero esta vez algo especial sucedería.
En lugar de reunirse en el lugar habitual lo harían en el cementerio abandonado en las afueras del pueblo, todos estaban nerviosos pero trataban de ocultar su temor.
En el lugar la calma era tan profunda que imponía silencio. Los niños comenzaron a llegar y se sentaron formando una ronda alrededor de una lámpara que alumbraba sólo sus caras.
El mayor de ellos comenzó a contar la leyenda del cementerio:
... Se dice que en este lugar fueron sepultadas tres hechiceras y que a partir de ese momento todos los años en la noche de brujas sus almas se elevan de las tumbas para atormentar a aquellos que no creen en ellas...
¿Pero... quién está haciendo ruidos? ¿Hay alguien escondido?
Todos se inquietaron , tal vez alguno de los niños mayores se había ocultado para atemorizarlos... Entonces se escucharon las doce campanadas de la iglesia repicando a la distancia...
¡ Los niños se tomaron instintivamente de las manos !
¡ La linterna cayó al suelo apagándose y el viento comenzó a soplar ! ¡ La luna se veía más grande y tenebrosa!
¡ Debemos regresar a nuestras casas esto ya ha dejado de ser gracioso ! dijo uno de ellos, y seguidamente gritó... Cielos ¿ Qué es eso?
De las tumbas parecían salir flotando extrañas y fantasmales figuras, nunca habían visto nada semejante. Querían correr pero sus piernas estaban endurecidas por el temor.
¡ Una risa estremecedora sacudió el cementerio ! ¡ Por fin los pequeños lograron reaccionar y salieron corriendo de aquel espantoso lugar !
Cuando estuvieron a salvo en sus hogares prometieron no contar a nadie lo que habían visto, pero a partir de aquella noche jamás volvieron a burlarse de los que contaban historias sobre el cementerio abandonado.
FIN

domingo, 10 de octubre de 2010

La pregunta

Mamá... ¿Si Dios existe y es tan bondadoso, porque permite que ese señor de ahí no tenga un brazo?
Carolina se detuvo en seco ante una tienda de deportes del centro comercial.
Contemplaba a su hija. Los grandes ojos de la niña advertían una sensación de curiosidad mezclada con tristeza.
-Cariño, a veces Dios no puede ocuparse de todo.
No pudo contestar mas que eso, porque no sabía que contestar a la pregunta que le hacía una inocente niña de ocho años.
- Vamos, hija. Llevemos la compra al coche antes de que se descongelen las varitas de pescado.
La niña obedeció guiando débilmente el carro del supermercado, mientras su madre le imprimía la fuerza necesaria para mover 120 euros de compra.
A pocos metros de las puertas automáticas que comunicaban con el parking, varios gritos provocaron que madre e hija se detuvieran a tan solo un metro de la salida.
Decenas de personas que también acudían a por la compra semanal también dirigieron su atención a la fuente de aquellos gritos.
En uno de los halls del supermercado había una persona bastante alta, con gabardina y por su aspecto, sin duda era árabe. Gritaba alzando las manos.
Varios vigilantes del centro comercial corrían hacia el individuo que parecía sufrir algún tipo de trance.
Cada vez se congregaba más gente alrededor. Gente que salía de las cajas del supermercado, y gente que acababa de entrar a él.
Cuando uno de los vigilantes se le acercó, el individuo gritó más fuerte; estremeciendo a todos los espectadores de aquel improvisado espectáculo.
De repente, el vigilante salió corriendo despavorido, aullando.
En ese momento, todos vieron como aquella persona sostenía en una mano un dispositivo alarmantemente similar a un detonador.
Se despojó de la gabardina. Decenas de cartuchos de explosivos tapizaban el cuerpo de aquel individuo, que ahora se arrodillaba, mientras seguía mascullando palabras incomprensibles.
Uno de los vigilantes apuntó con su arma reglamentaria desde una veintena de metros.
Apretó el gatillo.
La bala salió, pero el estruendo de la brutal explosión hizo que el disparo no sonase ni a cincuenta centímetros.
Quince minutos después, medio centro comercial estaba en ruinas.
Carolina tuvo suerte. Cuando salió de la inconsciencia provocada por un fuerte impacto en la cabeza, el ulular de cientos de sirenas la recordó el infierno al que acababa de sobrevivir.
Su hija no estaba a su lado. Se puso en pié con dificultad. Cientos de restos humanos y cascotes tapizaban el suelo esmerilado del centro comercial.
Gritó. Había mas gente gritando. El pánico recorría su cuerpo.
Pronto encontró a su hija. Yacía en el suelo con la cabeza aplastada por un gran trozo de malaquita ornamental que antes formaba un pedestal. Su antes impoluto vestidito rosa estaba ahora teñido del rojo mas doloroso. Un brazo había sido amputado por la onda expansiva y descansaba a dos metros del resto de su hija.
Carolina se desmayó y no volvió a despertar hasta treinta horas después.
El resto de sus días los pasó en un estado catatónico.
La última pregunta que le formuló su hija la atormentó hasta el día de su muerte

jueves, 30 de septiembre de 2010

El tesoro escondido

Cuenta una antigua leyenda paraguaya, que si en tu casa escuchás ruidos extraños, oís ruidos de cadenas o ves un espectro deambulando es porque cerca, muy cerca, hay un tesoro escondido. Esto le ocurrió a Dionisio. El y su familia se establecieron en una localidad llamada Campo Nuevo. Comenzaron a construir su casa y pronto empezaron a escuchar ruidos extraños, aullidos y voces misteriosas. En una ocasión una sombra empujó a Dionisio de su bicicleta unos metros, y en otra, un espectro, sacudió fuertemente un naranjo hasta hacer caer casi todos los frutos. Una noche escucharon un fuerte golpe en la puerta de entrada, Dionisio se levantó de la cama para ver que ocurría. Una sombra envuelta en niebla se paseaba por el frente de la casa. El miedo se apoderó de la familia y pensaron seriamente en abandonar la finca ya que no podían pegar un ojo en toda la noche. Se encerraban cuando llegaba la noche y no se animaban a salir hasta que saliera el sol.
Dionisio, que había escuchado la leyenda pero nunca había creído en ella, comenzó a pensar que seguramente había un tesoro escondido en su propiedad. Ellos eran humildes y un hallazgo de esa naturaleza podría dar lugar a una oportunidad de progreso para toda la familia. La casa había quedado sin terminar por falta de recursos La cosecha de algodón no había sido buena y apenas les alcanzaba el dinero para pagar la comida. Su mujer, Azucena lloraba y sus hijos querían mudarse. No soportaban la idea de convivir con esas presencias misteriosas. Azucena, tenía un gallinero con varias gallinas, tres perros y dos gatos. Una noche en que los aullidos envolvieron la casa, escucharon cacarear a las gallinas, ladrar a los perros y maullar a los gatos con un vigor fuera de lo común.

Azucena, que estaba sola con sus hijos temiendo que algún espectro pudiera entrar a la casa, amontonó varios muebles contra la puerta. Al día siguiente tres gallinas, uno de los perros y los dos gatos habían desaparecido.
Los animales que se esfumaron eran todos blancos. Al fantasma por lo visto, no le gustaban los animales de color blanco. Dionisio que era muy valiente, al día siguiente compró una pala y comenzó a cavar. La finca era grande y avanzaba lentamente.
Entonces pidió ayuda a dos de sus primos y entre todos dieron vuelta el terreno con picos y palas. Los aullidos y las voces se agudizaban por las noches, su mujer quería marcharse con sus hijos, pero el entusiasmo y la valentía de Dionisio por descubrir las riquezas los calmaba por lo menos durante el día. Dionisio sabía también, por las historias que había escuchado hasta entonces que solo una persona debería encontrar el tesoro. La leyenda decía que si más de una persona veía el tesoro, este desaparecería ante sus ojos. Cansados de cavar estaban a punto de abandonar la búsqueda, cuando se les ocurrió mirar hacia unos arbustos. Una luz resplandeciente, mezcla de bruma y sol los envolvía. Los arrancaron rapidamente. Aunque estaban cansados continuaron paleando con entusiasmo. Allí encontraron un envoltorio hecho con sábanas de hilo ajadas y sucias. En su interior había una antigua ollita de hierro con tapa. Y dentro de la ollita un puñado de relucientes monedas españolas de oro.
Dionisio y sus dos primos contemplaron embelezados el hallazgo. No podían creer lo que estaban viendo. Al instante, la ollita y todo su contenido se transformó en carbón esfumándose de su vista. Dionisio haciendo caso a la antigua leyenda, les dijo a sus primos que se marcharan para continuar cavando solo. Esa noche no pudieron dormir. Los fantasmas golpearon las puertas y ventanas, sacudiéndolas con una potencia increíble. Era una fuerza sobrenatural que hacía temblar toda la casa. Al día siguiente, Dionisio tomó la pala y cavó más profundamente en el mismo lugar con la esperanza de encontrar algo más. En el mismo lugar apareció otro envoltorio. Era un baúl de madera envuelto con varias capas de tela. Seguramente sábanas, pero estaban deterioradas por la humedad y el paso del tiempo. El baúl estaba cerrado con un candado de hierro muy oxidado. Dionisio no tardó en quebrarlo con una tenaza. Al abrirlo se desplegó el fruto de tanto esfuerzo. El baúl contenía muchas alhajas. Había collares, diademas, aros y pulseras. Todos de oro antiguo. Muchos engarzados con piedras preciosas de maravillosos colores. Un tesoro de valor incalculable. En esta oportunidad estaba solo. Espero un tiempo para asegurarse que no desaparecería. El tesoro continuó ante su vista sin desaparecer tal cual narra la leyenda. Comunicó la noticia a su familia y a sus primos que alborozados festejaron el hallazgo. Las sombras y los aullidos se retiraron de la casa. Volvieron a aparecer las gallinas, el perro y los dos gatos. Los fantasmas ya no tenían que custodiar su tesoro. No sabemos adonde fueron a parar, seguramente se retiraron a descansar, después de tantos años de vagar en las sombras custodiando su fortuna. Hay infinidad de leyendas cuyo origen está centrado en la guerra del Paraguay. En ese entonces, ante el avance del ejército enemigo, familias enteras debían desplazarse dejando atrás sus propiedades y sus pertenencias. Como no podían llevar todo a cuestas, muchas familias optaban por enterrar sus tesoros en el campo para volver a recuperarlos cuando la guerra hubiera terminado. Estos consistían mayormente en monedas de oro y alhajas con piedras preciosas de altísimo valor. Llevarlos consigo también era un gran riesgo ya que estaban a la merced de rateros y ladrones. Muchos volvieron y desenterraron sus pertenencias, pero muchos otros murieron en la guerra y sus tesoros quedaron ocultos en el campo. Nuevas familias se establecieron y nadie sabía donde estaban ocultos esos tesoros. Pero dicen, que si por la noche se escuchan alaridos, ruidos de cadenas o ves sombras escondidas, es que el alma de los antiguos moradores están custodiando sus tesoros y si buscas bien seguramente encontrarás un tesoro escondido. Fin

jueves, 23 de septiembre de 2010

Puerta al infierno, sangre en el cielo

Estaban sentados sobre la roca, juntos. Se besaron con ternura. Desde lo alto de la colina dominaban toda la extensión del valle; sus campos de cultivo, los estrechos senderos que conectaban casas aisladas, sus pequeños oasis flanqueados por palmeras y, al fondo, su querida ciudad, ancestral, bajo la protección de las montañas. Contemplaban abrazados la lenta caída del sol tras el horizonte, que reflejaba sobre las escasas nubes la profunda gama del rojo; el lienzo de un pintor magistral, inhumano.
-Qué bonito…¿verdad? –dijo ella.
-Sí…-susurró él.
Las primeras luces artificiales decoraron el valle, las diminutas ventanas y calles de la ciudad. Las nubes habían aumentado, conformando un manto anaranjado que tornaba, inexplicablemente, hacia un rojo cada vez más brillante. El sol se había retirado, pero la luminosidad crecía tras las nubes. En silencio se miraron y volvieron a alzar la vista, sin comprender porqué este atardecer era tan diferente a cualquier otro que recordaran. Distantes truenos recorrían la cúpula; resplandores eléctricos iluminaban el rojo creciente desde dentro, como en una digestión de luz pura.
Comenzó a llover.
Sangre.
Los rostros desencajados, goteantes, se miraron aterrorizados, extendiendo las palmas de las manos en medio de la tempestad, sin poder creer lo que estaba ocurriendo ¿Cómo podía Alá permitir que las pesadillas abandonasen su cárcel del sueño? El viento golpeaba con su cortina carmesí, arrastrando el orgánico olor del óxido, dulzón, sofocante. Los relámpagos eran venas blancas, momentáneamente visibles entre estallidos ensordecedores. Ciclópeos pilares quebrados y fragmentos de mampostería caían, desde las alturas, sobre el cuerpo postrado de su ciudad, bañada en sangre. Un inmenso torbellino de negrura horadaba el cielo, engullendo las nubes en voraz espiral. Y desde sus entrañas, vomitados entre chillidos monstruosos, escaparon cientos de bestias aladas formando una plaga negra, que se precipitó sobre el mundo de los inocentes. Y con ellas, la certeza de muerte. Despiadada. Absurda. Cruel.
¿Quién aseguró que el infierno enclavaba sus raíces en las profundidades de la tierra?
* * *
La puerta al infierno estaba abierta.
Oleadas de horrores sin nombre escapaban por ella, libres a su sed de muerte. Cada boca escuchó su propio grito de agonía antes de morir; el dolor se experimentó en todas sus magnitudes. Los ríos de sangre que fueron calles arrastraban restos humanos. La ciudad que era carne abierta, huesos rotos, clamó por un auxilio que nunca llegó. El mundo no luchó contra el horror; miró hacia otro lado. Avergonzado. Aterrorizado.
Cuando la lluvia de sangre cesó, el fuego comenzó a torturar el cuerpo que aún vivía sin vida. Y un cuerpo sin cabeza ya no puede gritar.
En lo alto de la colina, a él lo mataron rápido; sólo le abrieron el abdomen para obligarlo a comer sus vísceras. Ella no tuvo tanta suerte. Las palabras no deben intentar la recuperación de aquello que no pueden transmitir.
Para los artesanos del dolor, la carne guarda infinitas formas.
* * *
La puerta al infierno sigue abierta.
Nicaragua, Corea, Vietnam…ahora Irak. Ellos siempre han tenido la llave que abre la puerta. Ellos siempre han sido valientes para abrir la puerta. Ellos siempre han sabido cuál es el momento justo para abrir la puerta. Pero nunca supieron como cerrarla.
No existe llave para cerrarla.
Y la puerta al infierno sigue abierta.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Dos cuentos cortos

Despierto después del tremendo choque entre
los restos retorcidos de mi cohe. Sobre mí se
inclina Frank, mi amigo de la infancia, tratando
de reanimarme.
-Pero Frank -murmuro débilmente-, si tú estás
muerto...
Frank me responde con amable embarazo:
-Y tú también.
M.R. James


Me arrellano en mi sillón junto a la
chimenea donde crepita el fuego, con la copa de
coñac en la mano derecha y la izquierda caída
descuidadamente, acariciando la cabeza de mi perro...
hasta que descubro que no tengo perro.
Arthur Conan Doyle

domingo, 29 de agosto de 2010

Juego de niños

Las dos niñas cantaban abrazadas por la cintura mientras buscaban alguien más que quisiera apuntarse a jugar junto a ellas.

-¿Quién quiere jugaaarrrr a saltar a la cooombaaaa…???.....
-¿Quién quiere jugaaarrrr con nosotrassss….???....

Era una agradable tarde primaveral, hora punta de salida de los colegios y por lo tanto el parque, como cada día, se convertía en un hervidero de gentes variopintas que iban y venían.

Timbres de bicicletas, el ruido de ruedas de patines y monopatines, el balanceo de columpios y los gritos de los niños corriendo y jugando, eran los sonidos inconfundibles que lo llenaban de vida cada tarde.

La pequeña jugaba con su cochecito de muñecas, sus manitas arreglaban el vestidito al diminuto muñeco, para después colocarlo amorosamente en el carrito, y así continuar su paseo.

Llamó su atención la cancioncilla que cantaban las dos niñas y su vestimenta. Las vio aproximarse con sus vestidos de amplias faldas con enaguas, que les llegaban hasta los tobillos y unos enormes lazos que recogían sus cabellos con coletas. La miraban fijamente mientras iban canturreando…

-¿Quién quiere jugaaarrrr a saltar a la cooombaaaa…???...
-¿Quién quiere jugaaarrrr con nosotrassss…???...

Los sonidos de la tarde fueron desvaneciéndose hasta quedar anulados por las voces blancas de las pequeñas, que la fueron envolviendo arrinconándola hasta el borde de la acera. Notó como la empujaban debajo de las ruedas del coche, que fué incapaz de frenar a tiempo, y a continuación, sólo pudo sentir un deseo irrefrenable de jugar a la comba.

domingo, 22 de agosto de 2010

Pesadilla

Una sombra deforme se dibuja en el techo de mi habitación, tiemblo de miedo mientras la observo caer lentamente sobre mí, quiero escapar, es inútil me ha atrapado,decenas de manos me tocan, formandose entre ellas la cara de un cadáver sonriendo satánicamente,mi cerebro quiere explotar,necesita pensar y no puede, mi cuerpo se torna frio, la sangre se congela, parece que no estoy viva.

¿Habré muerto? Sera así la muerte?

Trato desesperadamente de gritar,mi voz no se escucha, mi saliva esta seca,la sombra me aplasta cada vez es mas pesada creo que voy a reventar,las manos tapan mi boca aprietan mi cuello estoy muriendo,el aire no entra,un gran nudo en el pecho se clava como una daga, es tanto el dolor que la sombra huye despavorida, abro los ojos estoy viva, era solo una pesadilla.

sábado, 14 de agosto de 2010

La bestia

La bestia estaba allí, agazapada, vigilante, escondida en algún lugar de la casa esperando mi llegada, dispuesta a saltarme feroz sobre el cuello para destrozármelo en segundos. Era una horrible criatura que se movía sigilosa por los rincones. Su olor fétido inundaba todas las dependencias. A veces, tenía que taparme la nariz para que el penetrante aroma de su sudorosa piel no me irritara las mucosas.

La había sentido varias veces, pero sólo en un par de oportunidades se cruzó delante de mí con la rapidez de una pantera, para luego refugiarse entre las sombras del comedor o la sala de lectura. Paciente, a la espera del momento justo, me observaba con sus ojos cargados de un iridiscente rojo sangre, mientras yo permanecía paralizado por el terror. Con el tiempo fui comprendiendo cuál era el propósito de su presencia: ocupar mi lugar. Entonces me di cuenta de que debía ser más astuto y calmo, tenía que tratar de introducirme en su perversa mente y ser más inteligente a la hora de actuar.

La casa donde vivía era de esos caserones antiguos y fantasmales, cargado de habitaciones, dependencias y por qué no, alguno que otro espectro de tiempos pasados. Pero aquella criatura que rondaba los pasillos y cuartos, no era un ser espiritual atrapado en un anacrónico siglo veintiuno, sino una abominable encarnación del mismo infierno, cebada con el instinto más criminal que se conozca y un odio ancestral que le daba razón a su naturaleza destructiva.

¿Cómo podía deshacerme de ese monstruoso animal? ¿Alguien creería mi historia?
Es muy probable que no. Dirían que la locura se había apoderado de mi mente y que, el lugar ideal para pasar el resto de mis días sería el hospicio. No había otra solución: enfrentarla, demostrarle que ya no le tenía más miedo y que por más que lo intentara una y otra vez, nunca lograría destruirme. Mi vida o su execrable existencia se debatían a cada segundo.

Cuando entré en la casa, un frío visceral recorrió mi cuerpo. Escuché el jadear de su respiración y a su espumosa boca emitir un espeluznante ronquido desde el desván. Había olido mi presencia y se preparaba para la embestida final. Sabía, al igual que yo, que el enfrentamiento era de muerte. Avancé por el living con el paso lento, tratando de no ser oído. Mis ojos estaban atentos y vivaces, observando en distintas direcciones. Esperaba encontrarme con sus amenazantes ojos en la penumbra, abalanzarme sobre ella en un momento de descuido y acabar así con su vida en una feroz lucha. Detrás de un ropero, la vitrina, bajo la cama o el juego de sillones; podía estar en cualquier lado, incluso en los espejos. Así que tomé mis precauciones. No debía dejarla atacar primero, tenía que ser más rápido y sorprenderla antes de que ella lo hiciese conmigo. Tampoco podía sucumbir a sus engaños; era muy hábil y seguramente trataría de inventar algún ardid para desorientarme y obligarme a bajar la guardia. En estos últimos años de convivir juntos había aprendido a conocerla casi como a mí mismo y sabía y cuáles podían ser sus artimañas.

Continué avanzando por el centro del living. Una opresión en el pecho comenzaba a fatigarme y un sudor nervioso me bajaba desde la frente hasta la punta del mentón. Mis manos comenzaron a temblar, inquietas, ávidas de poder aplastar su cráneo como si fuera una cáscara de nuez y terminar con este macabro juego.
De repente, un rugido ensordecedor hizo temblar el ambiente, los vidrios de las ventanas se sacudieron como delgadas hojas de papel y una andanada de su fétido hedor inundó el recinto hasta hacer insoportable la respiración.
¡Dios mío! pensé

La bestia comenzó a desplazarse hacia mí; sus pasos retumbaban grotescamente en el silencio de la noche. Sus enormes garras rasgaban la madera, quebraban el aire con lacerantes chasquidos que enloquecían al más cuerdo. Hubo otro bramido y un resople furioso. Mi corazón palpitaba desbocado. No podía morir ahora, tenía que aguantar, serenarme y enfrentarla. La bestia sabía que mi corazón no resistiría y jugaba con eso.
Se ocultaba, y volvía a bramar, como llamándome hacia a sus fauces.
Tomé coraje y salí decidido en su búsqueda. Me aseguré que la pistola que llevaba conmigo estuviese cargada, con la bala en la recámara y sin seguro, justo entonces la vi salir del gran espejo de living, como un enorme animal en celo. Se paró frente a mí con una mueca burlona en su rostro.

Uno de los dos debe morir
Lo sé le contesté y no sentí miedo de ver aquel rostro tan similar al mío, pero a la vez tan desconocido ¿Por qué tanto tiempo?
Quizá porque en el fondo me amas y me odias a la vez… y nunca tuviste el coraje de enfrentarme
Me miró fijamente y sus ojos refulgieron en la oscuridad.
¡Es inútil que te resistas! sus garras garabatearon en el aire como un hervidero de serpientes ¡Ven conmigo, deja que fluya por tu cuerpo el Universo de la oscuridad, el reino de la ignominia, el placer y la lujuria!
Trataba de no escucharla, sus palabras surgían dulces a mis oídos, eran como un bálsamo para mis sentidos.
¡No te escucho! bramé ¡Soy libre! ¡Y no te tengo miedo!

La bestia rió y aquella carcajada resultó ser la más aterradora que haya oído en mi vida. Imágenes terribles subieron a mi mente, poblaron mi razón, el sentido común, la capacidad de pensar. Me estaba acorralando. Era un títere manejado por sus oscuras fuerzas. El infierno ardía en mi cabeza. Mis rodillas comenzaron a flexionarse. ¿Un acto de genuflexión ante el propio Satán?

¡No tienes alternativa! ¡Arrodíllate ante mí y muere!
¡No! grité

Alcé la pistola y disparé repetidas veces sobre el espejo hasta agotar el cargador. Un ruido ensordecedor sobrevino. Luego, el silencio. La calma. Los cristales se esparcieron sobre el piso como infinitos mundos que parecían observarme. La bestia ya no estaba, sólo quedaba el aroma de su piel flotando en el ambiente.
Permanecí helado, aunque bañado en una pegajosa transpiración, mi mano temblorosa aún sostenía el arma caliente y humeante. Vacilante, busqué en mi bolsillo, saqué otro cargador completo y lo cambié por el vacío. Comencé a caminar en busca de los otros espejos. Sabía que la bestia todavía estaba en la casa.

viernes, 6 de agosto de 2010

El orfanato de Clara

Desde que Clara llegó al viejo orfanato, sus cuidadoras sabían que no sería una niña normal, sus profundos ojos oscuros y la mirada penetrante no era normal en un bebé.

Clara fue creciendo, demostrando ser tímida, muy reservada, nunca jugaba o cantaba, cuando los demás niños se burlaban de ella se podía ver el odio prominente en sus ojos.

Siempre traía con ella una vieja muñeca de trapo.

Lo que más preocupaba a las cuidadoras es que su pasatiempo favorito era encerrarse en el granero, colectar animales pequeños y escarabajos para matarlos.

No lo hacía de inmediato, les arrancaba las extremidades, con sus pequeñas uñas les sacaba los ojos, los retorcía entre sus diminutas manos.

Pero no lo hacía con la curiosidad de un niño, siempre se le veía seria, inmutable.

Lo peor ocurrió cuando tenía ocho años, unos niños entraron al granero para molestarla, le jalaban el cabello, la atosigaban con insultos, se burlaban de su raro comportamiento.

Un chico tomó una piedra y se la aventó, Clara lo miró muy fijo, el chico empezó a tener un ataque de pánico.

Ella tomó un trinche y con fuerza descomunal se lo clavo, casi atraviesa por completo el cuerpo del chico.

Todos salieron corriendo, cuando las cuidadoras llegaron, Clara estaba sentada sobre un montón de paja, con sus brazos rodeando sus piernas.

Se balanceaba adelante y hacia atrás sin quitar la vista del chico muerto.

No podían condenarla por ser una niña pequeña pero las cuidadoras pidieron cambio de orfanato o que la internaran en un psiquiátrico ya que ella no era una niña normal.

Antes de su traslado al hospital, los niños decidieron tomar venganza por la muerte de su amigo.

Esperaron a que oscureciera, entraron al cuarto de Clara y entre todos la arrastraron al granero.

La amarraron, la pusieron en medio, dibujaron un círculo alrededor de ella, un chico tomó un bote de combustible y se lo roció encima.

Otro sacó un fósforo de una caja que se había robado de la cocina y entre la insistencia de los demás, le prendió fuego a Clara.

Ella se retorcía, gritaba, gemía, el dolor se reflejaba en su cara, y aunque su voz se distorsionaba se podía entender que decía que todos estaban condenados.

Las cuidadoras no llegaron a tiempo para salvar a Clara, la encontraron completamente calcinada.

A los pocos días comenzaron los sucesos, cada mañana, uno a uno, fueron apareciendo los chicos muertos en el granero, todos de forma brutal.

Les sacaban los ojos de las cuencas, arrancaban sus lenguas, les fracturaban los brazos y piernas, les abrían el abdomen y con los intestinos formaban un círculo alrededor de cuerpo.

Todo en un mar de sangre, el rostro siempre reflejaba una expresión de terror y sufrimiento impactante.

Aunque las cuidadoras hacían rondas nocturnas, los chicos seguían apareciendo muertos hasta que el estado decidió cambiar el orfanato de residencia.

Prepararon la mudanza y contrataron un camión para partir al día siguiente.

Esa noche, misteriosamente comenzó un incendio en el granero que se extendió hasta la casa del orfanato quemándola por completo.

Cuando por fin llegaron los bomberos no se explicaban por que nadie había salido del orfanato, las cerraduras no tenían llave.

Pero en los marcos y puertas se alcazaba a ver marcas de rasguños desesperados, no hubo ningún sobreviviente, todos murieron quemados a orillas de las puertas.

En el centro del destruido granero, encontraron una vieja muñeca de trapo intacta.

Lo que quedaba del orfanato no fue demolido pero si abandonado.

La gente que pasa por ahí, afirma que en las noches aparece la figura espectral de una niña con su muñeca afuera del granero que se desvanece al cruzar la puerta.

sábado, 31 de julio de 2010

La fiesta de disfraces

Aurora era una prima segunda o tercera de mi mamá, Ya estaba en sus setenta, pero no se le notaba porque desbordaba energía. Siempre alegre, siempre jovial, era el alma de cualquier reunión.
Si bien vivía sola, porque no quería molestar, continuamente se preocupaba por hacer felices a todos los que la rodeaban. Ella era la que organizaba fiestas sorpresa para agasajar a sus familiares y amigos. Era la que siempre estaba cuando alguno estaba bajoneado o triste. La que corría a cuidar al primero que se enfermara. Aurora era un comodín o una scout, siempre lista.
Jamás se quejó porque el dinero no le alcanzaba ni porque le dolía la uña o un dedo. Si alguien necesitaba algo, sabía que Aurora no le iba a fallar.
Pero un buen día, Aurora no apareció por casa a la hora de costumbre, un rato más tarde recibimos un llamado del Hospital. Aurora se había descompensado y estaba internada en estado delicado.
Estuvo varios días en terapia intensiva y luego la trasladaron a habitación común. Nos turnábamos para acompañarla en los horarios de visita y para darle de comer, aunque se negaba.
Una mañana, la encontré sentada, muerta de la risa, conversando con no se sabe quién, porque la verdad es que en la habitación no había nadie. Sentí que un frío helado recorría mi cuerpo. Ella mantenía la charla, se reía a carcajadas y yo me desesperaba por no saber que hacer, ya que me ignoraba por completo.
De pronto las luces se apagaron y volvieron a encenderse. Atribuí el desperfecto a una falla eléctrica.
Aunque a mi me causaba una gran inquietud, las enfermeras entraban y salían de la habitación sin darle importancia.
Le pregunté al médico sobre el raro comportamiento de Aurora y contestó que probablemente sería el efecto de la medicación.
Así continuó día tras día, charlando animadamente con sus visitantes imaginarios, hasta que una mañana logré interrumpir la conversación.
Aurora me dijo: - Me están organizando una fiesta de disfraces.
-¿Quiénes? Le pregunté entre tímida y asustada.
-Toda esta gente que vino a verme. !Son tan divertidos!
-¡Toda esa gente!, ¿Qué gente? Si no fuera por esa sensación extraña de estar siendo observada por espíritus que me invadía, podía llegar a pensar que Aurora se había vuelto loca.
-¿Y Cuándo será la fiesta?Le contesté , siguiendo la corriente.
-Espera que les pregunto. ¡Y les preguntó! Se sonrió mientras yo esperaba la respuesta. La situación me producía escalofríos. Eso de estar junto a una persona que conversa mirando fijamente a la pared no me causaba ninguna gracia. Más bien me producía temor.
-El sábado 23 a las seis de la tarde. Están todos invitados. Vos, Inés, ocúpate de la comida. Hace tarjetitas invitando a todos. No te olvides de Porota, a ella siempre le gustaron las fiestas de disfraz.
-No sé si nos van a dejar. Esto es un hospital.
-Dicen que no va a haber problema. Que las organizan todos los días. ¡Ah! Y que vengan todos con sombrero. Es el requisito para entrar.
Yo no entendía nada de nada. No sabía si estaba viviendo un sueño o una pesadilla. Pero, por si acaso, les avisé a todos los conocidos.
Al día siguiente, estaba más animada. La fiesta resultó un estímulo importante en su recuperación. No paraba de hablar, aunque tanto tiempo en el Hospital la había hecho perder la noción del espacio. Pensaba que estaba en su propia casa y me pedía que le alcanzara tal o cual cosa que estaba en tal o cual lugar.
-¿Y vos de que te vas a disfrazar? Le pregunté.
-¡Ah! No lo pensé. Buena pregunta….
-Decídete, porque me va a llevar tiempo conseguir los disfraces.
-¿Qué te parece de Hada? ¿Es muy común?
-No, Está bien. Si te gusta de Hada, serás un Hada. Respondí.
-Trae un sombrero bien puntiagudo. Que le salga bastante tul de la punta y pégale estrellitas brillantes.
-Está bien. Le dije, -Como vos quieras. Estaba dispuesta a darle todos los gustos. Aurora se merecía eso y mucho más.

Cuando salí, en la puerta del Hospital había un grupo de gente disfrazada. Este parece ser un Hospital fuera de lo común. Tenía razón Aurora. Las autoridades no tienen ningún problema ante la organización de este tipo de eventos. Cuando le comenté a la enfermera de turno acerca de la fiesta del sábado me miró sorprendida. Miró a Aurora, me miró a mí. Volvió a mirar a Aurora y dijo: -Yo pensé que estaba mucho mejor. Y agregó: -¿A qué hora?
-A la noche. Alrededor de las ocho. Entonces, hizo una mueca con los labios.
-Justo es mi turno, dijo. Gracias por avisarme, así me preparo para lo peor. Luego se dio media vuelta y se fue.
-¡Qué comentario raro!, ¡Qué mala onda! !Seguro que no le gustan las fiestas! Me dije.
Era obvio que estaba mejor, sino no íbamos a organizar una fiesta.
Puse manos a la obra. Alquilé un disfraz de Hada para Aurora. Personalmente armé el sombrero tal como ella lo quería. Luego, con unas telas viejas improvisé disfraces para toda la familia. No tuve tiempo para cocinar, así que encargué sándwiches y masitas en una confitería.

Nos encontramos todos los amigos, vecinos y familiares en la puerta del Hospital. Cada uno debía traer la bebida que consumía. Subimos tratando de guardar el mayor silencio posible. De pronto recordé que con el apuro de preparar todo y cargar el auto con la comida me había olvidado el disfraz de Aurora en casa, colgado de una percha. Me invadió la desesperación. Ya era la hora. ¿Cómo podía haber olvidado lo más importante?
-¡Un momento! Dije. ¡Me olvidé el disfraz de Aurora!
-Todos me miraron con cara de reproche. ¿Y ahora que hacemos? Dijo mi mamá. -!Yo voy a buscarlo ! Gritó Tomás
Pero ya habían abierto la puerta de la habitación. La cama estaba vacía y no había ninguna enfermera cerca para preguntarle que sucedía.
Parecíamos todos locos. Disfrazados de pollo, de oso, de mendigo, de caperucita, de chapulín colorado, abarrotando los pasillos de un hospital.
De pronto, vimos que la enfermera de turno se acercaba rápidamente. Nos abalanzamos con preguntas. Queríamos saber donde estaba Aurora.
-¿Ya están listos para la fiesta? Preguntó con su proverbial sequedad.
-¡No! Olvidé el disfraz de Aurora. Pero ya mando a alguien a buscarlo.
-La hora señalada ya pasó. Queme el disfraz. Respondió la enfermera sin cambiar la cara. Y agregó: -Aurora sufrió un paro cardíaco, pero va a estar bien. Ya van a ver.
El comentario de la enfermera me hizo pensar que ella sabía mucho más de lo que aparentaba. Y que lo que Aurora veía no era producto de la medicación. Que había algo real que nadie se atrevía a comentar.
Siguiendo el consejo de la enfermera, lo primero que hice al llegar a mi casa fue quemar el disfraz, algo que Aurora jamás me perdonó. Pero no me importó. Intimamente sabía que mi olvido la había salvado de una muerte anunciada.
Al día siguiente Aurora estaba en perfectas condiciones. Pero enojada. Muy enojada conmigo. Decía que le había arruinado la fiesta. Que todos sus amigos habían desaparecido por mi culpa. Que yo era una desconsiderada. Que ella jamás se hubiera olvidado de traer un disfraz.
En pocos días le dieron el alta y volvió fresca como una lechuga a su casa.
Sus amigos invisibles, que tanto la divertían, habían desaparecido por completo.
Tal vez estén organizando otra fiesta de disfraces en otra habitación del hospital.

Fin

domingo, 25 de julio de 2010

666

Estaba escrito que el fin del mundo, el Apocalipsis, llegaría por obra del hijo de Satán, el Anticristo. Satán, como ya había hecho en anteriores ocasiones a lo largo de la historia, viajó al mundo terrenal con apariencia humana. Como las otras veces, buscó una mujer joven y fuerte para que fuera la madre de su hijo. Tenía que ser una mujer casada, y que mantuviera relaciones con su marido periódicamente para no despertar sospechas. Se encaprichó de una joven rubia y atlética, muy atractiva. Entró en su casa y la poseyó practicando el sexo más salvaje y depravado que se pueda imaginar. Satán con su malvado poder hizo que su mente lo olvidara, y nueve meses después nació su hijo. Su nombre era Software. Este niño empezó a prepararse para su misión estudiando a sus hermanos de tiempos pasados: Atila, Gengis Khan, Hitler… Todos ellos fueron hijos de Satán que fallaron en su misión. Al igual que ellos se preparó para ser un gran líder y formar un poderoso imperio.
Creció observando a los humanos para conocer sus debilidades, haciéndose pasar por uno de ellos, ganándose su confianza. Viendo que todos sus hermanos fallaron a pesar de haber construido grandes imperios, decidió cambiar de táctica. Su imperio no debía ser militar. Se fijó en el posible potencial de la industria informática, y vio en ella su medio para dominar a los humanos. Utilizando su poder sobrenatural, empezó a apoderarse de diversos sectores de esta industria, y logró formar un poderoso imperio informático. Ya formado, el Imperio extendió sus malévolos tentáculos introduciéndose en todos los campos empresariales e industriales. En poco tiempo toda la economía mundial estaba bajo su poder. Ninguna empresa, ningún banco, nada podía funcionar sin los programas informáticos del Imperio. Incluso estaban bajo su dominio usuarios particulares en sus casas. El Imperio llegó a tener más adeptos que cualquier religión del mundo.
Como una secta destructiva, obligó a sus súbditos a pagar un tributo cada poco tiempo. Había que comprar actualizaciones de los programas continuamente, pues estos se quedaban obsoletos en cuestión de semanas. Todos los programas del Imperio fueron la droga más usada del mundo. Prácticamente todo el planeta estaba enganchado. Software en su trono se reía viendo como los pobres humanos intentaban inútilmente manejar sus productos. Pero estos fallaban inteligentemente, arruinando proyectos, trabajos, vidas. Todo el planeta sufría pero no podía hacer nada, eran adictos a las drogas informáticas del Imperio.
Pero esto no era suficiente, el broche final para llevar a cabo su plan fue el "Efecto 2000". Algunos profetas lo predijeron, y los humanos aterrados intentaron prepararse para ello durante meses, pero fue inútil. El 31 de diciembre de 1999 a las 00:00 h, cuando comenzó el año 2000, empezó también el Armaguedón. Todos los ordenadores fallaron, la industria y la economía se colapsó, la electricidad dejó de funcionar, los trenes descarrilaron, los aviones se estrellaron… Los misiles de todos los países se dispararon controlados por los ordenadores, destruyendo todas las fuerzas militares y policiales del mundo. El caos y la destrucción reinaron en la Tierra. La ley había sido eliminada, los humanos empezaron a pelearse por comida y ropa. Pero había desaparecido todo vestigio de humanidad en ellos. Ya no eran humanos, se comportaban como alimañas egoístas y enloquecidas, peleándose y matando por un trozo de pan. Software había triunfado.
Por fin un hijo de Satán se había apoderado del mundo. La risa de Satán resonaba ensordecedora en los confines del infierno. Dios observaba apenado como su creación se había destruido. Pero aquello no fue el fin del mundo, fue un nuevo origen. Satán mandaba ahora y Dios era el que debía actuar en las sombras. Se había producido un cambio de Dirección General, y aquello era solo el principio…

lunes, 19 de julio de 2010

La Familia de Sawney Beane

Sawney Beane nació en una familia granjera a las afueras de Edimburgo, cerca de la costa oeste de Escocia, en algún momento a finales del XVI.
Acompañado de su mujer, abandona el hogar siendo muy joven, e inician un viaje hacia el lado opuesto del país. En mitad de la travesía deciden ocultarse en una profunda caverna. La entrada era una pequeña grieta a través de la cual se extendía una cueva de alrededor de una milla.

Esta caverna le sirvió como hogar a los Beane durante los próximos veinticinco años.

Al principio subsistían de las pertenencias que habían robado a los distintos viajantes que fueron asaltados y asesinados. Pero pronto sus necesidades iban a ser más exigentes. El incesto era una práctica habitual en la caverna, de tal forma que se mantenían relaciones entre hermanos, padres, madres e hijos... La necesidad de comida iba en aumento, pues la familia seguía creciendo. La solución a sus problemas, la seguían encontrando en los viajantes que asaltaban, pero ésta vez transportaban el cadáver a la caverna, donde era devorado. Se aficionaron a la carne humana.

Durante 25 años estuvieron desapareciendo viajeros en las extensiones rocosas de Galloway; lo único que se encontraba de los desaparecidos eran restos, partes de los cuerpos halladas ocasionalmente en la costa, despojos que no solían consumir y arrojaban al mar.

Estos restos humanos suscitaban las más diferentes teorías. Una de ellas era que los viajantes podrían estar siendo atacados por una manada de lobos; sin embargo, ésta hipótesis no se sostuvo durante mucho tiempo pues no sólo desaparecían individuos que viajaban solos, sino que también se echaron en falta a grupos, en ocasiones atacaban a grupos de cuatro, cinco e incluso seis personas si iban a pie, eso si, nunca a mas de dos si iban a caballo. Eran muy cuidadosos asegurandose las posibles vías de escape y nunca dejaban a nadie con vida.

Otra explicación, era más descabellada: podría ser que los terrenos rocosos estuvieran habitados por hombres lobo o demonios.

Con el tiempo surgió otra hipotesis, alguno de los dueños de las posadas los debía ejecutar por las noches mientras dormían y enterrarlos en algun lugar aislado para no ser descubiertos. Esto ocasionó muchos juicios a inocentes que según la tradición de la época eran torturados hasta que se les arrancaba una confesión de culpabilidad y posteriormente eran ejecutados. Gran cantidad de posaderos inocentes fueron asesinados por este motivo y muchos otros abandonaron su trabajo por miedo a ser los siguientes. Esto ocasionó que la zona aún se volviese más desierta y el transito de mercaderes y viajeros descendiera.

¿Como se descubrió a la Familia Canibal?

Una tarde, un grupo de 30 personas regresaban a casa tras haber pasado el día fuera cuando escucharon unos gritos delante de ellos. Al llegar a el lugar del tumulto se encontraron con un hombre que se defendía pistola en mano contra una banda de atacantes de aspecto salvaje. Cerca de él yacía su mujer en el suelo, destripada, mientras algunos de los atacantes le arrancaban pedazos de carne y se la comían cruda. Las mujeres del clan la habían cortado el cuello y bebían su sangre. El hombre temeroso de caer su misma suerte se defendía desesperadamente con su pistola así como con su espada contra una "jauría" de entre 25 y 30 hombres del clan. Los viajeros, atónitos, no podían creer lo que veían. Al ser descubiertos, el clan de los Beane huyó hacia las colinas. Ya existían pruebas sobre las misteriosas desapariciones.

La persona que aportó el testimonio sobre lo ocurrido fue el marido superviviente del ataque. La historia llegó a oídos del rey James I de Inglaterra, el cual decidió tomar serias medidas: envió a 400 soldados acompañados de perros de caza a la zona; los perros hallaron rápidamente la entrada de la caverna, el fuerte olor a carne les facilitó la búsqueda.

En la cueva se guardaban desmembrados los cadaveres de los asesinados por esta familia.
Los soldados penetraron en la cueva siguiendo el pasadizo en forma de zig-zag hasta llegar al hogar de los Beany. Allí encontraron a 48 personas: Beane y su mujer, sus 8 hijos, 6 hijas, 18 nietos y 14 nietas, fruto de los continuos incestos entre todos ellos. El lugar estaba lleno de brazos, piernas y demás miembros, amontonados unos sobre otros. Algunos trozos de carne habían sido salados, con intención de conservarlos para los siguientes meses.

Tras ser descubiertos, el rey los calificó como bestias salvajes no merecedoras de juicio alguno. Tanto Sawney como los 26 hombres del clan fueron torturados y desmembrados en público. Todo el proceso fue contemplado por las mujeres, a quienes les esperaba la hoguera.

viernes, 9 de julio de 2010

El diablo

Os contaré lo que pasó la primera vez que hice la ouija con mi prima. Fue la semana pasada, el día que me dieron las vacaciones. Por la mañana, cuando estaba preparando la maleta, me llamó mi prima, me dijo: -"Tráete un vaso pequeño"- yo le dije que para qué lo quería y me dijo: -Para hacer la ouija?- yo me quedé atónito y por lo menos cinco segundos sin contestar a causa del miedo que me causan los espíritus, y mucho más la ouija, pero como este mundo me fascinaba, acepté.

Sobre las siete de la tarde lo tenía todo listo y estaba preparado para irme, solo me faltaba el vaso. Cuando lo metí en la maleta oí una voz muy grave que me dijo. -TEN CUIDADO, me asusté y me quedé parado, en mi habitación, sin hacer ruido. Unos minutos más tarde, mi padre me llamó.

Durante todo el camino estuve pensando que pudo ser aquella voz, lo primero que se me ocurrió fue que quizás había sido un espíritu que intentaba decirme que algo malo iba a pasar, pero decidí ignorarlo.

Cuando llegué a casa de mi prima la miré muy serio, de la misma manera que ella me miró a mí. Cenamos y a la hora de acostarnos, cogí el vasito, y ella la tabla. Cuando todo estuvo preparado, el corazón me latía fuertemente contra el pecho y me temblaban las piernas.

Mi prima, al cambio, parecía excitada y muy contenta.

Me dijo que si yo quería ser el que preguntaba, yo no respondí. Le tocó a mi prima.

Dijo la primera pregunta: -¿Alguien quiere contactar con nosotros?- no hubo respuesta. Lo intentó otra vez. Nada. De nuevo. Esta vez, el vaso se movió rápidamente hacia SI. Mi prima y yo nos miramos con seriedad.

-¿Quién eres?- preguntó.

El vaso se movió a la misma velocidad que antes a las siguientes letras: ?E? ?L? ?D? ?I? ?A? ?B? ?L? ?O?. Yo grité y mi prima se rió -¿Estás aquí? ? ?SI?-dijo- ?O? ?S? ?V? ?E? ?O?entonces yo no quise seguir, intenté apartar el dedo pero no podía quitarlo, algo me obligaba a mantenerlo allí puesto. Mi prima preguntó- ¿Quieres algo de nosotros?- ?SI?- Mi prima dijo- ¿El qué?- ?V? ?U? ?E? ?S? ?T? ?R? ?A? ?V? ?I? ?D? ?A?. Entonces, el vaso volvió al centro y mi prima, asustada, preguntó cosas. Se había ido.

Por la noche, dormimos en la misma cama y abrazados, teníamos mucho miedo, entonces oímos: - NO TUVISTEIS CUIDADO- y vimos una cara horrible de humo rojo delante nuestra. Los dos gritamos, vinieron mis tíos, les explicamos lo sucedido y no nos creyeron. Entonces, nos dormimos, y al día siguiente vimos en el espejo escrito con sangre 666.

No podíamos creer lo que nos estaba pasando, el día siguiente dormimos en mi casa, y por la noche, vimos en el telediario que dos niños iguales que nosotros habían muerto con el número 666 grabado a fuego en la frente.

La policía dijo:- Encontramos algo escrito en el cristal en el que se encontraron los cadáveres: "Enviados de Dios para engañar a el Diablo".

lunes, 28 de junio de 2010

El hombre de negro

Y como siempre, alli­ estabamos los de siempre, haciendo lo de siempre. Sentados en la oscuridad, alejados de todo aquel que solo queria imponernos algo. Todos hablabamos, rei­amos, bebiamos y todas esas cosas que haces con los amigos. Cuando mejor lo pasabamos, Carol, mi mejor amiga empezo a llorar mientras gritaba que en el fondo en la oscuridad habaia alguien que vestia de negro y estaba tan palido (o al menos eso vio) que parecia un muerto. Todos comenzamos a reirnos y le dijimos que dejara de beber. Ella insistio. Dos de los chicos que estaban con nosotras se ofrecieron a acompanarla hasta el sitio para que se convenciera de que alli no habi­a nada ni nadie. Al final fuimos todos. Llegamos, miramos por todas partes y, como habi­amos pensado, no habia nada; mejor dicho, nadie. A Carolina se le paso el susto, volvimos a crear el ambiente que teniamos cuando vi algo: era ese hombre, el de negro. Me entro tal miedo que comence a gritar. Los chicos pusieron cara de mosqueo y nos empezaron a decir que la broma habi­a estado muy bien pero que pararamos, que se estaba haciendo pesada. Nosotras no dejabamos de decir que aquello no era una broma, que habiamos visto a aquel hombre o lo que fuese. Despues de un rato decidimos quedarnos alli­ un poco mas, pero esta vez cambiamos los sitios. Cuando mas a gusto estabamos, uno de los chicos, Juan, le dijo a otro que mirase al fondo. Este se levanto y dijo gritando ¡¡¡¡CORRED!!!! No tuve tiempo a girarme y mirar, pero se lo que vieron. ¡¡¡SI!!! Se que habiamos bebido, y tambien se que cuando se bebe se puede llegar a ver cosas que en realidad no estan pasando pero en este caso lo vimos cuatro personas. No volvimos a aquel sitio nunca mas.

viernes, 18 de junio de 2010

El perro rabioso

Los días en el campo se deslizan placidamente. La cantidad de horas de luz y la temperatura ambiente marcada por las cuatro estaciones del año definen el ritmo de las actividades: preparación de la tierra, siembra, cosecha etc. Parecería que el único tema de conversación en ese ámbito es el clima y cualquier suceso fuera de lo común puede llegar a convertirse debido a la soledad y la distancia en una verdadera tragedia.
Mi abuelo solía contarme lo que le había ocurrido a Don Belisario, el veterinario de su pueblo, un pueblo de campo.
Un viernes por la noche, Don Belisario recibe la visita de Juan, el peón de Don Pascual. Este le pide que vaya al día siguiente por su campo a ver a Rosamora, su yegua favorita ya que no la veía bien.
Don Belisario vivía en el pueblo con su mujer y su hija. Ellas habían planificado ir el fin de semana a visitar a su hermana, cosa que hacían cada dos o tres meses.
Don Pascual vivía en La Rosada, su campito de cien hectáreas con su mujer ya que sus hijos trabajaban en la ciudad. Juan, el peón, vivía en La Rosada durante la semana y los fines de semana volvía al pueblo con sus padres y hermanos.
Ese sábado Don Belisario llevó a su mujer y a su hija hasta la Terminal de Ómnibus y luego subió a su vieja camioneta para dirigirse hacia La Rosada. Le costó arrancarla, seguramente sería la batería, pero luego de unos minutos, encendió y despacio rumbeó tomando el viejo camino de tierra hacia el campo de Don Pascual.
Hacía calor. Belisario pensaba estar de vuelta al mediodía y ya saboreaba los mates que seguramente lo convidaría Don Pascual.
Al llegar a la tranquera, se bajo sin apagar la camioneta, bajo, abrió la tranquera y luego de traspasarla la cerró por si había algún caballo suelto.
De la tranquera a la casa había unos quinientos metros. Busco la sombra de un eucalipto cercano y estacionó la camioneta.
Tomó el maletín y cuando se dispuso a bajar del vehículo, un perro desconocido, negro y corpulento se abalanzó ladrando enloquecido mientras apoyaba sus patas sobre la puerta de la camioneta.
Trató de dirigirle palabras suaves para tratar de calmarlo, pero el perro parecía un monstruo. Ladraba y jadeaba sin cesar. Echaba espuma por la boca, los ojos parecían desviarse y los pelos del lomo erizados le hicieron notar que estaba ante un perro rabioso.
Don Belisario hizo sonar la bocina, pero nadie se asomó. Intentó arrancar la camioneta, pero esta vez no le respondió.
El calor se hacía sentir y Don Belisario se encontraba preso en su camioneta de un perro rabioso. Justo a él. Un veterinario!
Era la primera vez que Belisario se encontraba en una situación de este tipo y no estaba preparado. No llevaba consigo ni agua ni alimentos. Ni hablar de armas. No tenía y tampoco sabía usarlas.
El calor y los nervios le hacían transpirar más de lo común. La camioneta, que estacionó a la sombra con el correr de las horas quedó expuesta a los rayos del sol que parecían concentrarse sobre la cabina de la camioneta convirtiéndola en un horno. Tenía sed y temía desmayarse en cualquier momento.
Belisario trató de dormirse, pero de tanto en tanto el perro se abalanzaba sobre su ventanilla echando espuma por la boca enloquecido. Le preocupaba la ausencia de Don Pascual ¿Y si la bestia rabiosa lo había destrozado?
En el pueblo nadie lo echaría de menos, si no lo encontraban, pensarían que había ido a algún campo cercano a ver animales. Así que tenía que resistir hasta el lunes. Día en que Juan volviera al campo a trabajar. No tenía otra meta: Resistir.
Deseó que lloviera. Él, que siempre pensó que Dios era para los niños, que todavía inocentes podían depositar su Fe en los Reyes Magos, se vio de repente tratando de recordar el Padrenuestro. Si. Belisario se acordó de Dios. Hizo promesas.: “Si me salvo de ésta iré a Misa todos los domingos”, “Si salgo vivo, me voy a Luján caminando” y cosas por el estilo.
Muchas cosas pasaron por la cabeza de Belisario. En especial lo triste que sería morir de esa manera tan absurda: de sed, preso de un perro rabioso. Justo a él, un veterinario de pueblo que lo único que deseaba era vivir en paz.
La bestia continuó girando enceguecida. Mató una paloma y la descuartizó con sus dientes. Luego arreció contra un cajón de madera. La locura del monstruo crecía con las horas como aumentaba la temperatura.
Se hizo de noche y aprovechó para dormir.
El domingo intentó arrancar la camioneta, pero por lo visto se había encaprichado y nuevamente no le respondió. Aprovechó el fresco de la mañana. Ya sabía lo que le esperaba por la tarde: el sol implacable secando su boca ya lastimada por falta de líquido.
No tardó en desmayarse. Así lo encontró Juan al llegar el lunes por la mañana. Todos dicen que fue un milagro que haya resistido tantas horas sin agua con temperaturas tan altas.
Don Pascual y su esposa yacían destrozados del otro lado de la casa. Y la bestia negra , muerta junto a la camioneta.

miércoles, 9 de junio de 2010

El crimen extraño

Hasta no hace mucho tiempo, justo antes de construir la Avenida de la Real Fábrica de Sedas o Ronda Sur de Talavera, existían las ruinas de un viejo caserón en la zona de Entretorres. Este caserón fue utilizado durante la posguerra y hasta bien entrados los años cincuenta como prostíbulo. La casa era regida por un hombre llamado Carlos el cual iba siempre vestido de blanco. Llevaba un sombrero de ala ancha y corbatas de lo más extravagantes.

A pesar de que todo el mundo conocía la dedicación de ese lugar, Carlos era un hombre bien acogido por la sociedad, y sus negocios si bien no estaban bien vistos, se toleraban por parte de las autoridades. Al parecer una noche de 1951, una de las prostitutas que ejercían su labor en la casa apareció muerta en su cama con una puñalada en el vientre. La policía y la Guardia Civil, después de realizar sus investigaciones concluyeron en que se trataba de un hecho muy extraño. Nadie oyó los gritos de la mujer mientras era asesinada. En sus manos había heridas producidas por la hoja de un cuchillo y todo aparentaba como si hubiera sido ella misma la que se lo hubiera clavado. Los análisis forenses determinaron un suicidio y algo más: la prostituta estaba embarazada. Dos años después todo parecía haberse olvidado, aunque la habitación donde murió la joven no volvió a ser utilizada.

Carlos, el amo del local, mandó cerrar con llave la habitación y nadie entró allí durante varios meses. En verano de 1953, una mujer de unos 30 años llegó al prostíbulo. Como aquella noche de mercado, todo estaba lleno, Carlos no tuvo más remedio que alojarla en la habitación de la pobre prostituta muerta dos años antes. Cuando abrieron la puerta la sorpresa y el pánico aterrorizaron a ambas personas. En las paredes alguien había dibujado caras con terribles lamentos, también había cruces y animales como lechuzas, gatos y ratones. Carlos alojó a la nueva mujer junto con una compañera y a la mañana siguiente mandó pintar el cuarto. Sin embargo y a pesar de su esfuerzo, las caras de lamento volvían a aparecer una y otra vez en la pared. Carlos empapeló el cuarto, pero una súbita humedad hacía que los lienzos se cayeran y brotaran de nuevo las terribles imágenes.

La voz se empezó a correr por la ciudad y un mal día Carlos tuvo que cerrar su negocio y se marchó de Talavera. Desde entonces la casa permaneció en ruinas hasta aproximadamente 1994 en la que fue derrumbada para hacer una avenida. Existe una película en super 8 en la que se reflejan las horribles caras de pena que se suponen son de aquella mujer que se clavó un puñal desesperada por algo que nunca sabremos realmente...

lunes, 31 de mayo de 2010

El conde Drácula

En las lejanas tierras de Transilvania, vivía un Conde llamado Drácula, descendiente de un cruel noble, del cual se decía hacía morir en estacas a aquellos que no cumplían sus deseos y luego bebía su sangre.Pero aquellos tiempos habían quedado atrás, y este Conde se mantenía alejado del resto de las personas , concurriendo raras veces a reuniones sociales. En esta oportunidad se hacía una recepción en homenaje al nuevo doctor que llegara al lugar acompañado de su hermosa sobrina Sofía y una amiga de la misma de nombre Ingrid.El Conde Drácula quedo fascinado con la belleza de Sofía, pero como la joven estaba comprometida decidió acercarse a ella por medio de su amiga. Aquella noche Ingrid, tuvo un extraño sueño y por la mañana se sentía tan débil que no pudo levantarse, Sofía estaba muy preocupada por el malestar de su amiga, pero al caer la tarde esta pareció sentirse mejor, y el extraño Conde vino a visitarla.Sin embargo al día siguiente la joven estaba extremadamente pálida y casi desfalleciente, el doctor no podía creer lo que sucedía ¡ Ingrid estaba muriendo aquejada por un mal desconocido por él !. La única alternativa era llamar a su colega Van Helsing para consultarlo ya que este era una verdadera eminencia.Cuando Van Helsing vio las dos pequeñas incisiones en el cuello de Ingrid no tuvo duda alguna, ¡ Era la victima de un VAMPIRO!.
De inmediato tomó las medidas del caso, colocó un crucifijo en el umbral de la puerta del cuarto de la joven he hizo un circulo de ajos alrededor de su cama para que el monstruo no pudiera acercarse a ella. Pero todo fue en vano pues aquella noche cuando todos la creían dormida la muchacha bajo el poder del conde abrió sus ventanas y el vampiro entró y bebió hasta la última gota de su sangre.
Sofía estaba tan desolada que llamó al Conde para darle la terrible noticia, sin saber que al invitarlo a entrar en su casa le abría el camino para convertirla en su próxima víctima.Pero el Conde tenía otros planes para ella, no pretendía matarla sino transformarla para que fuese su mujer.
Sin embargo Van Helsing, el doctor y su prometido, ya sospechaban del siniestro Conde y habían decidido investigar su castillo. Cuando llamaron a la puerta un repulsivo ser se presentó ante ellos tratando de impedirles la entrada, pero lo redujeron sin problemas e ingresaron en el lúgubre lugar.
Tal como lo imaginaran el Conde yacía dentro de su féretro, pero cuando estaban por clavarle la estaca de madera en el pecho... ¡Abrió sus malvados ojos, y lanzado una escalofriante carcajada salió volando!En vano trataron de atraparlo pero el monstruo se transformaba y luchaba llevándoles siempre la delantera. Ya había amanecido, entonces Van Helsing tuvo una estupenda idea: ¡Rompió los vidrios de las ventanas que estaban totalmente pintados de negro y no permitían que entre la luz!, entonces los rayos de un espléndido sol bañaron el lugar, el vampiro trató inútilmente de refugiarse de ellos y cuando estos le alcanzaron... ¡Se incineró ante los ojos incrédulos de los tres hombres!. En ese mismo instante Sofía se liberó de la fascinación que la tenía atrapada, al igual que todas las almas que el monstruo había capturado.
FIN

lunes, 24 de mayo de 2010

El loco

Los padres de Lucia y Maria van a una cena de negocios y las dos tienen que quedarse solas en su casa. Estan aburridas, no hay nada en la tele y deciden poner la radio: Interrumpimos la emision para ofrecerles un boletin informativo de ultima hora: Un psicopata se ha escapado del manicomio. Es muy peligroso, asi que les recomendamos que tomen precauciones.'
Mari­a y Lucia, ya cansadas, se van a dormir, pero se olvidan de algo muy importante: cerrar muy bien las ventanas. Se van a la cama sin ninguna preocupacion, puesto que no le hicieron mucho caso a las noticias.
Por la noche las desperto un suave golpeo, pero no le dieron mucha importancia. Se pusieron a leer y el ruido se haci­a cada vez mas fuerte. De repente, Mari­a oyo un fuerte grito en la habitacion de Lucia y el ruido desaparecio a lo lejos. Maria se acerco a ver que pasaba y encontro a su hermana pequena degollada debajo de la cama con una nota que deci­a: 'Si se hubiese subido al armario no le habri­a pasado nada'.
Desde entonces se dice, o por lo menos eso he oido, que el loco sigue suelto buscando la siguiente victima.

lunes, 19 de abril de 2010