martes, 30 de noviembre de 2010

Franskenstein, el monstruo bondadoso

En un lejano castillo el doctor Frankenstein estaba llevando a cabo una obscura y prohibida teoría que consistía en juntar distintas partes de seres humanos y lograr formar un nuevo ser dándole vida por medios artificiales.

Todos sus colegas se habían burlado brutalmente de él, a tal punto que tomándole por loco lo habían expulsado de la academia médica. Esto último hizo que Frankenstein se obsesionara aún más con su experimento, tanto que ya no salía de su laboratorio nada más que para buscar cadáveres recientes de convictos, que pudieran servir a su investigación.

Al cabo de largos meses logró su objetivo, esa misma noche pondría en marcha su plan. ¡ Sólo era necesario un rayo que suministrara la corriente necesaria para que su criatura viviera!

La tormenta estaba totalmente fuera de control, un rayo dió en la torre del castillo y milagrosamente el monstruo comenzó a mover lentamente sus dedos, y entonces aturdido abrió los ojos.




Frankenstein estaba dichoso había triunfado... ¡ Por fin sería declarado un genio de la medicina!, pero primero debía hacer algunas correcciones, la criatura vivía pero era tan torpe como un bebe.

Pasaron largos meses durante los cuales el doctor y Brenda, su ayudante, se dedicaron a enseñar a la criatura, cuidando de no dar detalles de su apariencia, y manteniéndolo oculto, pero aquella tarde Frankie, tal era el nombre que le había dado el doctor al monstruo, logró burlar la vigilancia y salir del castillo.



Todo era nuevo y maravilloso a sus ojos, mariposas, aves, flores... pero entonces una pequeña que jugaba en el lugar lo vió y comenzó a gritar asustada. Frank no comprendía lo que sucedía hasta que se vió reflejado en el lago. ¡ Era una criatura abominable! Por su ojos brotó una lágrima de dolor, la multitud comenzó a correrlo y a gritarle, esto lo atemorizó y solamente atinó a correr al castillo donde estaba su creador. Cuando se enfrentó al doctor Frankenstein lo miró largamente y preguntó: ¿Por qué, por qué me has creado?¿ No ves que me odian ?

Entonces el doctor respondió: ¡No, no es a ti a quien odian! ¿ Acaso no ves su ignorancia? ¡ Odian lo desconocido, odian la ciencia y me odian a mí! ¡Escapa tú eres único, eres mi triunfo, debes salvarte!



Cuando terminó de decir estas palabras le enseñó una salida secreta y luego trató de sofocar el fuego que la muchedumbre embravecida había encendido en su laboratorio pero fué inútil y cayó abatido por las llamas.

Todos marcharon contentos pues pensaron que habían destruido a Frankenstein y a su creación pero... ¿Sería eso verdad?

Lejos, muy lejos en la montaña un anciano hermitaño casi ciego había encontrado un verdadero amigo al que llegaría a quere como a un hijo.





FIN

miércoles, 24 de noviembre de 2010

La casa encantada

Una joven soñó una noche que caminaba por un extraño sendero campesino, que ascendía por una colina boscosa cuya cima estaba coronada por una hermosa casita blanca, rodeada de un jardín. Incapaz de ocultar su placer, llamó a la puerta de la casa, que finalmente fue abierta por un hombre muy, muy anciano, con una larga barba blanca. En el momento en que ella empezaba a hablarle, despertó. Todos los detalles de este sueño permanecieron tan grabados en su memoria, que por espacio de varios días no pudo pensar en otra cosa. Después volvió a tener el mismo sueño en tres noches sucesivas. Y siempre despertaba en el instante en que iba a comenzar su conversación con el anciano.
Pocas semanas más tarde la joven se dirigía en automóvil a una fiesta de fin de semana. De pronto, tironeó la manga del conductor y le pidió que detuviera el auto. Allí, a la derecha del camino pavimentado, estaba el sendero campesino de su sueño.

-Espéreme un momento -suplicó, y echó a andar por el sendero, con el corazón latiéndole alocadamente.

Ya no se sintió sorprendida cuando el caminito subió enroscándose hasta la cima de la boscosa colina y la dejó ante la casa cuyos menores detalles recordaba ahora con tanta precisión. El mismo anciano del sueño respondía a su impaciente llamado.

-Dígame -dijo ella-, ¿se vende esta casa?

-Sí -respondió el hombre-, pero no le aconsejo que la compre. ¡Un fantasma, hija mía, frecuenta esta casa!

-Un fantasma -repitió la muchacha-. Santo Dios, ¿y quién es?

-Usted -dijo el anciano, y cerró suavemente la puerta.

FIN

jueves, 18 de noviembre de 2010

El gato diabólico

Esta historia sucedió cuando yo era pequeño, tenía como 6 años y recuerdo que en una madrugada me levanté temprano para acompañar a mi madre porque ibamos a viajar, eran como a las cinco de la mañana y me dirijí al baño que quedaba fuera de mi casa, pero al salir al patio, yo vi un gato negro que caminada con las patas trasera, como si fuera un humano, yo lo vi que estaba todo desgarrado, como en estado de descomposición, vi que me volteó a ver y se rió de mi, yo me quedé pasmado hasta que mi madre me fue a ver, le conté lo sucedido y me regañó porque dijo que eran cosas de mi imaginación, pero meses mas tarde, una noche mi madre vio que se metió algo bajo mi cama, ella se asomó bajo la cama y alumbró con una linterna y vio al extraño ser que yo vi esa madrugada, ella lo vio que estaba rasgandose la piel y cuando se percato que lo estaba viendo mi mamá, este ser dio un gran alarido que hizo que yo me levantra llorando, mi mamá empezó hacer oraciones y con el tiempo ya no sucedió nada extraño hasta el dia de hoy

martes, 9 de noviembre de 2010

La momia

La expedición de la doctora Agustina acababa de hacer un increíble descubrimiento ¡Una nueva tumba egipcia perteneciente a algún Faraón desconocido aún por los historiadores!
¡Esto era realmente fantástico!.Las paredes estaban completamente cubiertas por jeroglíficos que indicaban las terribles maldiciones que acosarían a los profanadores y anunciaban que el que ahí yacía había sido condenado por un amor prohibido.

Agustina, estaba tan entusiasmada con el hallazgo que no dio importancia a las amenazas y esa misma noche decidió abrir el sarcófago. La momia tenía una máscara de oro con un hermoso rostro tallado representando la imagen de un joven de aproximadamente veinte años, los rasgos reflejaban una eterna dulzura y calma.

Aquella noche la doctora soñó con ese apuesto joven acercándose a ella y tendiéndole la mano para que lo acompañe en su viaje sin fin, el sueño era tan real que le pareció sentir los dedos del joven acariciando sus cabellos, pero ..¡ la máscara cayó dejando al descubierto un espantoso cadáver al que le habían arrancado los ojos, y cortado los labios...

La doctora despertó aterrorizada, todo había sido tan real que aún le costaba distinguir entre la fantasía y la verdad. Como no podía conciliar nuevamente el sueño decidió descifrar los jeroglíficos del sarcófago. La maldición decía:

La persona que ultraje esta tumba será la esclava eterna de su ocupante

Esto no podía ser verdad, solamente serían amenazas para asustar a la gente de aquella época, pensó Agustina, tratando de convencerse a sí misma; Sin embargo no podía dejar de recordar lo que había soñado.

Cuando llegó nuevamente la noche , la joven científica se preparaba para dormir, entonces una ráfaga de viento helado llegó hasta ella, cuando se volvió para ver que sucedía quedó completamente paralizada ... ¡Parada frente a ella estaba la espantosa figura de la Momia!

La horrible criatura extendía sus putrefactos brazos tratando de alcanzarla, aparentemente la confundía con su eterna amada. Cuando Agustina pensó que no tendría salvación ocurrió algo completamente inesperado, la Momia se vio reflejada en un espejo... Primero retrocedió, pero luego pareció darse cuenta de que en verdad aquel ser repulsivo era él mismo, entonces sin vacilar tomó la lámpara de alcohol que iluminaba el lugar y rompiéndola contra su pecho comenzó a arder en llamas.

En aquel instante Agustina comprendió que el único esclavo de esta tumba había sido el joven Faraón, esclavo por siempre de su amor.

FIN

martes, 2 de noviembre de 2010

El diablo y sus añicos

Cierto día un duende malo, el peor de todos, puesto que era el diablo, estaba muy contento porque había preparado un espejo que tenía la propiedad de que todo lo bueno, bonito y noble que en él se reflejaba desaparecía, y todo lo malo, feo e innoble aumentaba y se distinguía mejor que antes. Hans Christian Andersen
¡Qué diablura malvada! Los paisajes más hermosos, al reflejarse en el espejo, parecían espinacas hervidas y las personas más buenas tomaban el aspecto de monstruos o se veían cabeza abajo; las caras se retorcían de tal forma que no era posible reconocerlas, y si alguna tenía una peca, ésta crecía hasta cubrirle la boca, la nariz y la frente.
-¡Vengan diablitos, miren que divertido! -decía el diablo.
Había algo peor todavía. Si uno tenía buenos pensamientos, aparecía en el espejo con una sonrisa diabólica, y el peor de todos los duendes se reía satisfecho de su astuta invención. Los alumnos de su escuela, pues tenía una porque era profesor, decían que el espejo era milagroso, porque en él se podía ver, afirmaban, cómo eran en realidad el mundo y los hombres.
Lo llevaron por todos los países y no quedó ningún hombre que no se hubiese visto completamente desfigurado. Pero los diablos no estaban satisfechos.
-¡Quisiéramos llevarlo al Cielo para burlarnos de los ángeles! -dijeron sus alumnos.
Así lo hicieron, pero cuanto más subían, más muecas hacía el espejo y más se movía, y casi no lo podían sostener. Subieron y subieron con su carga, acercándose a Dios y a los ángeles. El espejo seguía moviéndose; se agitaba con tanta fuerza que se les escapó de las manos y cayó a tierra y se rompió en más de cien millones de pedazos.

Pero entonces la cosa fue peor todavía, porque había partículas que eran del tamaño de un granito de arena y se esparcieron por todo el mundo, y si caían en el ojo de alguien, se incrustaban en él y los hombres lo veían todo deformado y sólo distinguían lo malo, porque el más pequeño trozo conservaba el poder de todo el espejo.
Lo terrible era cuando una partícula se incrustaba en el corazón de una persona, porque se convertía en un pedazo de hielo. Algunos hicieron cristales de gafas con los trozos que se encontraron pero fue espantoso. El que se ponía las gafas veía todas las cosas transformadas en cosas tristes y desagradables y ya no podía ser feliz.
El diablo se desternillaba de risa vendo lo que habían hecho sus discípulos. Se reía tan a gusto que su gordo vientre se agitaba y se cansaba de felicitar a sus alumnos.