sábado, 31 de julio de 2010

La fiesta de disfraces

Aurora era una prima segunda o tercera de mi mamá, Ya estaba en sus setenta, pero no se le notaba porque desbordaba energía. Siempre alegre, siempre jovial, era el alma de cualquier reunión.
Si bien vivía sola, porque no quería molestar, continuamente se preocupaba por hacer felices a todos los que la rodeaban. Ella era la que organizaba fiestas sorpresa para agasajar a sus familiares y amigos. Era la que siempre estaba cuando alguno estaba bajoneado o triste. La que corría a cuidar al primero que se enfermara. Aurora era un comodín o una scout, siempre lista.
Jamás se quejó porque el dinero no le alcanzaba ni porque le dolía la uña o un dedo. Si alguien necesitaba algo, sabía que Aurora no le iba a fallar.
Pero un buen día, Aurora no apareció por casa a la hora de costumbre, un rato más tarde recibimos un llamado del Hospital. Aurora se había descompensado y estaba internada en estado delicado.
Estuvo varios días en terapia intensiva y luego la trasladaron a habitación común. Nos turnábamos para acompañarla en los horarios de visita y para darle de comer, aunque se negaba.
Una mañana, la encontré sentada, muerta de la risa, conversando con no se sabe quién, porque la verdad es que en la habitación no había nadie. Sentí que un frío helado recorría mi cuerpo. Ella mantenía la charla, se reía a carcajadas y yo me desesperaba por no saber que hacer, ya que me ignoraba por completo.
De pronto las luces se apagaron y volvieron a encenderse. Atribuí el desperfecto a una falla eléctrica.
Aunque a mi me causaba una gran inquietud, las enfermeras entraban y salían de la habitación sin darle importancia.
Le pregunté al médico sobre el raro comportamiento de Aurora y contestó que probablemente sería el efecto de la medicación.
Así continuó día tras día, charlando animadamente con sus visitantes imaginarios, hasta que una mañana logré interrumpir la conversación.
Aurora me dijo: - Me están organizando una fiesta de disfraces.
-¿Quiénes? Le pregunté entre tímida y asustada.
-Toda esta gente que vino a verme. !Son tan divertidos!
-¡Toda esa gente!, ¿Qué gente? Si no fuera por esa sensación extraña de estar siendo observada por espíritus que me invadía, podía llegar a pensar que Aurora se había vuelto loca.
-¿Y Cuándo será la fiesta?Le contesté , siguiendo la corriente.
-Espera que les pregunto. ¡Y les preguntó! Se sonrió mientras yo esperaba la respuesta. La situación me producía escalofríos. Eso de estar junto a una persona que conversa mirando fijamente a la pared no me causaba ninguna gracia. Más bien me producía temor.
-El sábado 23 a las seis de la tarde. Están todos invitados. Vos, Inés, ocúpate de la comida. Hace tarjetitas invitando a todos. No te olvides de Porota, a ella siempre le gustaron las fiestas de disfraz.
-No sé si nos van a dejar. Esto es un hospital.
-Dicen que no va a haber problema. Que las organizan todos los días. ¡Ah! Y que vengan todos con sombrero. Es el requisito para entrar.
Yo no entendía nada de nada. No sabía si estaba viviendo un sueño o una pesadilla. Pero, por si acaso, les avisé a todos los conocidos.
Al día siguiente, estaba más animada. La fiesta resultó un estímulo importante en su recuperación. No paraba de hablar, aunque tanto tiempo en el Hospital la había hecho perder la noción del espacio. Pensaba que estaba en su propia casa y me pedía que le alcanzara tal o cual cosa que estaba en tal o cual lugar.
-¿Y vos de que te vas a disfrazar? Le pregunté.
-¡Ah! No lo pensé. Buena pregunta….
-Decídete, porque me va a llevar tiempo conseguir los disfraces.
-¿Qué te parece de Hada? ¿Es muy común?
-No, Está bien. Si te gusta de Hada, serás un Hada. Respondí.
-Trae un sombrero bien puntiagudo. Que le salga bastante tul de la punta y pégale estrellitas brillantes.
-Está bien. Le dije, -Como vos quieras. Estaba dispuesta a darle todos los gustos. Aurora se merecía eso y mucho más.

Cuando salí, en la puerta del Hospital había un grupo de gente disfrazada. Este parece ser un Hospital fuera de lo común. Tenía razón Aurora. Las autoridades no tienen ningún problema ante la organización de este tipo de eventos. Cuando le comenté a la enfermera de turno acerca de la fiesta del sábado me miró sorprendida. Miró a Aurora, me miró a mí. Volvió a mirar a Aurora y dijo: -Yo pensé que estaba mucho mejor. Y agregó: -¿A qué hora?
-A la noche. Alrededor de las ocho. Entonces, hizo una mueca con los labios.
-Justo es mi turno, dijo. Gracias por avisarme, así me preparo para lo peor. Luego se dio media vuelta y se fue.
-¡Qué comentario raro!, ¡Qué mala onda! !Seguro que no le gustan las fiestas! Me dije.
Era obvio que estaba mejor, sino no íbamos a organizar una fiesta.
Puse manos a la obra. Alquilé un disfraz de Hada para Aurora. Personalmente armé el sombrero tal como ella lo quería. Luego, con unas telas viejas improvisé disfraces para toda la familia. No tuve tiempo para cocinar, así que encargué sándwiches y masitas en una confitería.

Nos encontramos todos los amigos, vecinos y familiares en la puerta del Hospital. Cada uno debía traer la bebida que consumía. Subimos tratando de guardar el mayor silencio posible. De pronto recordé que con el apuro de preparar todo y cargar el auto con la comida me había olvidado el disfraz de Aurora en casa, colgado de una percha. Me invadió la desesperación. Ya era la hora. ¿Cómo podía haber olvidado lo más importante?
-¡Un momento! Dije. ¡Me olvidé el disfraz de Aurora!
-Todos me miraron con cara de reproche. ¿Y ahora que hacemos? Dijo mi mamá. -!Yo voy a buscarlo ! Gritó Tomás
Pero ya habían abierto la puerta de la habitación. La cama estaba vacía y no había ninguna enfermera cerca para preguntarle que sucedía.
Parecíamos todos locos. Disfrazados de pollo, de oso, de mendigo, de caperucita, de chapulín colorado, abarrotando los pasillos de un hospital.
De pronto, vimos que la enfermera de turno se acercaba rápidamente. Nos abalanzamos con preguntas. Queríamos saber donde estaba Aurora.
-¿Ya están listos para la fiesta? Preguntó con su proverbial sequedad.
-¡No! Olvidé el disfraz de Aurora. Pero ya mando a alguien a buscarlo.
-La hora señalada ya pasó. Queme el disfraz. Respondió la enfermera sin cambiar la cara. Y agregó: -Aurora sufrió un paro cardíaco, pero va a estar bien. Ya van a ver.
El comentario de la enfermera me hizo pensar que ella sabía mucho más de lo que aparentaba. Y que lo que Aurora veía no era producto de la medicación. Que había algo real que nadie se atrevía a comentar.
Siguiendo el consejo de la enfermera, lo primero que hice al llegar a mi casa fue quemar el disfraz, algo que Aurora jamás me perdonó. Pero no me importó. Intimamente sabía que mi olvido la había salvado de una muerte anunciada.
Al día siguiente Aurora estaba en perfectas condiciones. Pero enojada. Muy enojada conmigo. Decía que le había arruinado la fiesta. Que todos sus amigos habían desaparecido por mi culpa. Que yo era una desconsiderada. Que ella jamás se hubiera olvidado de traer un disfraz.
En pocos días le dieron el alta y volvió fresca como una lechuga a su casa.
Sus amigos invisibles, que tanto la divertían, habían desaparecido por completo.
Tal vez estén organizando otra fiesta de disfraces en otra habitación del hospital.

Fin

domingo, 25 de julio de 2010

666

Estaba escrito que el fin del mundo, el Apocalipsis, llegaría por obra del hijo de Satán, el Anticristo. Satán, como ya había hecho en anteriores ocasiones a lo largo de la historia, viajó al mundo terrenal con apariencia humana. Como las otras veces, buscó una mujer joven y fuerte para que fuera la madre de su hijo. Tenía que ser una mujer casada, y que mantuviera relaciones con su marido periódicamente para no despertar sospechas. Se encaprichó de una joven rubia y atlética, muy atractiva. Entró en su casa y la poseyó practicando el sexo más salvaje y depravado que se pueda imaginar. Satán con su malvado poder hizo que su mente lo olvidara, y nueve meses después nació su hijo. Su nombre era Software. Este niño empezó a prepararse para su misión estudiando a sus hermanos de tiempos pasados: Atila, Gengis Khan, Hitler… Todos ellos fueron hijos de Satán que fallaron en su misión. Al igual que ellos se preparó para ser un gran líder y formar un poderoso imperio.
Creció observando a los humanos para conocer sus debilidades, haciéndose pasar por uno de ellos, ganándose su confianza. Viendo que todos sus hermanos fallaron a pesar de haber construido grandes imperios, decidió cambiar de táctica. Su imperio no debía ser militar. Se fijó en el posible potencial de la industria informática, y vio en ella su medio para dominar a los humanos. Utilizando su poder sobrenatural, empezó a apoderarse de diversos sectores de esta industria, y logró formar un poderoso imperio informático. Ya formado, el Imperio extendió sus malévolos tentáculos introduciéndose en todos los campos empresariales e industriales. En poco tiempo toda la economía mundial estaba bajo su poder. Ninguna empresa, ningún banco, nada podía funcionar sin los programas informáticos del Imperio. Incluso estaban bajo su dominio usuarios particulares en sus casas. El Imperio llegó a tener más adeptos que cualquier religión del mundo.
Como una secta destructiva, obligó a sus súbditos a pagar un tributo cada poco tiempo. Había que comprar actualizaciones de los programas continuamente, pues estos se quedaban obsoletos en cuestión de semanas. Todos los programas del Imperio fueron la droga más usada del mundo. Prácticamente todo el planeta estaba enganchado. Software en su trono se reía viendo como los pobres humanos intentaban inútilmente manejar sus productos. Pero estos fallaban inteligentemente, arruinando proyectos, trabajos, vidas. Todo el planeta sufría pero no podía hacer nada, eran adictos a las drogas informáticas del Imperio.
Pero esto no era suficiente, el broche final para llevar a cabo su plan fue el "Efecto 2000". Algunos profetas lo predijeron, y los humanos aterrados intentaron prepararse para ello durante meses, pero fue inútil. El 31 de diciembre de 1999 a las 00:00 h, cuando comenzó el año 2000, empezó también el Armaguedón. Todos los ordenadores fallaron, la industria y la economía se colapsó, la electricidad dejó de funcionar, los trenes descarrilaron, los aviones se estrellaron… Los misiles de todos los países se dispararon controlados por los ordenadores, destruyendo todas las fuerzas militares y policiales del mundo. El caos y la destrucción reinaron en la Tierra. La ley había sido eliminada, los humanos empezaron a pelearse por comida y ropa. Pero había desaparecido todo vestigio de humanidad en ellos. Ya no eran humanos, se comportaban como alimañas egoístas y enloquecidas, peleándose y matando por un trozo de pan. Software había triunfado.
Por fin un hijo de Satán se había apoderado del mundo. La risa de Satán resonaba ensordecedora en los confines del infierno. Dios observaba apenado como su creación se había destruido. Pero aquello no fue el fin del mundo, fue un nuevo origen. Satán mandaba ahora y Dios era el que debía actuar en las sombras. Se había producido un cambio de Dirección General, y aquello era solo el principio…

lunes, 19 de julio de 2010

La Familia de Sawney Beane

Sawney Beane nació en una familia granjera a las afueras de Edimburgo, cerca de la costa oeste de Escocia, en algún momento a finales del XVI.
Acompañado de su mujer, abandona el hogar siendo muy joven, e inician un viaje hacia el lado opuesto del país. En mitad de la travesía deciden ocultarse en una profunda caverna. La entrada era una pequeña grieta a través de la cual se extendía una cueva de alrededor de una milla.

Esta caverna le sirvió como hogar a los Beane durante los próximos veinticinco años.

Al principio subsistían de las pertenencias que habían robado a los distintos viajantes que fueron asaltados y asesinados. Pero pronto sus necesidades iban a ser más exigentes. El incesto era una práctica habitual en la caverna, de tal forma que se mantenían relaciones entre hermanos, padres, madres e hijos... La necesidad de comida iba en aumento, pues la familia seguía creciendo. La solución a sus problemas, la seguían encontrando en los viajantes que asaltaban, pero ésta vez transportaban el cadáver a la caverna, donde era devorado. Se aficionaron a la carne humana.

Durante 25 años estuvieron desapareciendo viajeros en las extensiones rocosas de Galloway; lo único que se encontraba de los desaparecidos eran restos, partes de los cuerpos halladas ocasionalmente en la costa, despojos que no solían consumir y arrojaban al mar.

Estos restos humanos suscitaban las más diferentes teorías. Una de ellas era que los viajantes podrían estar siendo atacados por una manada de lobos; sin embargo, ésta hipótesis no se sostuvo durante mucho tiempo pues no sólo desaparecían individuos que viajaban solos, sino que también se echaron en falta a grupos, en ocasiones atacaban a grupos de cuatro, cinco e incluso seis personas si iban a pie, eso si, nunca a mas de dos si iban a caballo. Eran muy cuidadosos asegurandose las posibles vías de escape y nunca dejaban a nadie con vida.

Otra explicación, era más descabellada: podría ser que los terrenos rocosos estuvieran habitados por hombres lobo o demonios.

Con el tiempo surgió otra hipotesis, alguno de los dueños de las posadas los debía ejecutar por las noches mientras dormían y enterrarlos en algun lugar aislado para no ser descubiertos. Esto ocasionó muchos juicios a inocentes que según la tradición de la época eran torturados hasta que se les arrancaba una confesión de culpabilidad y posteriormente eran ejecutados. Gran cantidad de posaderos inocentes fueron asesinados por este motivo y muchos otros abandonaron su trabajo por miedo a ser los siguientes. Esto ocasionó que la zona aún se volviese más desierta y el transito de mercaderes y viajeros descendiera.

¿Como se descubrió a la Familia Canibal?

Una tarde, un grupo de 30 personas regresaban a casa tras haber pasado el día fuera cuando escucharon unos gritos delante de ellos. Al llegar a el lugar del tumulto se encontraron con un hombre que se defendía pistola en mano contra una banda de atacantes de aspecto salvaje. Cerca de él yacía su mujer en el suelo, destripada, mientras algunos de los atacantes le arrancaban pedazos de carne y se la comían cruda. Las mujeres del clan la habían cortado el cuello y bebían su sangre. El hombre temeroso de caer su misma suerte se defendía desesperadamente con su pistola así como con su espada contra una "jauría" de entre 25 y 30 hombres del clan. Los viajeros, atónitos, no podían creer lo que veían. Al ser descubiertos, el clan de los Beane huyó hacia las colinas. Ya existían pruebas sobre las misteriosas desapariciones.

La persona que aportó el testimonio sobre lo ocurrido fue el marido superviviente del ataque. La historia llegó a oídos del rey James I de Inglaterra, el cual decidió tomar serias medidas: envió a 400 soldados acompañados de perros de caza a la zona; los perros hallaron rápidamente la entrada de la caverna, el fuerte olor a carne les facilitó la búsqueda.

En la cueva se guardaban desmembrados los cadaveres de los asesinados por esta familia.
Los soldados penetraron en la cueva siguiendo el pasadizo en forma de zig-zag hasta llegar al hogar de los Beany. Allí encontraron a 48 personas: Beane y su mujer, sus 8 hijos, 6 hijas, 18 nietos y 14 nietas, fruto de los continuos incestos entre todos ellos. El lugar estaba lleno de brazos, piernas y demás miembros, amontonados unos sobre otros. Algunos trozos de carne habían sido salados, con intención de conservarlos para los siguientes meses.

Tras ser descubiertos, el rey los calificó como bestias salvajes no merecedoras de juicio alguno. Tanto Sawney como los 26 hombres del clan fueron torturados y desmembrados en público. Todo el proceso fue contemplado por las mujeres, a quienes les esperaba la hoguera.

viernes, 9 de julio de 2010

El diablo

Os contaré lo que pasó la primera vez que hice la ouija con mi prima. Fue la semana pasada, el día que me dieron las vacaciones. Por la mañana, cuando estaba preparando la maleta, me llamó mi prima, me dijo: -"Tráete un vaso pequeño"- yo le dije que para qué lo quería y me dijo: -Para hacer la ouija?- yo me quedé atónito y por lo menos cinco segundos sin contestar a causa del miedo que me causan los espíritus, y mucho más la ouija, pero como este mundo me fascinaba, acepté.

Sobre las siete de la tarde lo tenía todo listo y estaba preparado para irme, solo me faltaba el vaso. Cuando lo metí en la maleta oí una voz muy grave que me dijo. -TEN CUIDADO, me asusté y me quedé parado, en mi habitación, sin hacer ruido. Unos minutos más tarde, mi padre me llamó.

Durante todo el camino estuve pensando que pudo ser aquella voz, lo primero que se me ocurrió fue que quizás había sido un espíritu que intentaba decirme que algo malo iba a pasar, pero decidí ignorarlo.

Cuando llegué a casa de mi prima la miré muy serio, de la misma manera que ella me miró a mí. Cenamos y a la hora de acostarnos, cogí el vasito, y ella la tabla. Cuando todo estuvo preparado, el corazón me latía fuertemente contra el pecho y me temblaban las piernas.

Mi prima, al cambio, parecía excitada y muy contenta.

Me dijo que si yo quería ser el que preguntaba, yo no respondí. Le tocó a mi prima.

Dijo la primera pregunta: -¿Alguien quiere contactar con nosotros?- no hubo respuesta. Lo intentó otra vez. Nada. De nuevo. Esta vez, el vaso se movió rápidamente hacia SI. Mi prima y yo nos miramos con seriedad.

-¿Quién eres?- preguntó.

El vaso se movió a la misma velocidad que antes a las siguientes letras: ?E? ?L? ?D? ?I? ?A? ?B? ?L? ?O?. Yo grité y mi prima se rió -¿Estás aquí? ? ?SI?-dijo- ?O? ?S? ?V? ?E? ?O?entonces yo no quise seguir, intenté apartar el dedo pero no podía quitarlo, algo me obligaba a mantenerlo allí puesto. Mi prima preguntó- ¿Quieres algo de nosotros?- ?SI?- Mi prima dijo- ¿El qué?- ?V? ?U? ?E? ?S? ?T? ?R? ?A? ?V? ?I? ?D? ?A?. Entonces, el vaso volvió al centro y mi prima, asustada, preguntó cosas. Se había ido.

Por la noche, dormimos en la misma cama y abrazados, teníamos mucho miedo, entonces oímos: - NO TUVISTEIS CUIDADO- y vimos una cara horrible de humo rojo delante nuestra. Los dos gritamos, vinieron mis tíos, les explicamos lo sucedido y no nos creyeron. Entonces, nos dormimos, y al día siguiente vimos en el espejo escrito con sangre 666.

No podíamos creer lo que nos estaba pasando, el día siguiente dormimos en mi casa, y por la noche, vimos en el telediario que dos niños iguales que nosotros habían muerto con el número 666 grabado a fuego en la frente.

La policía dijo:- Encontramos algo escrito en el cristal en el que se encontraron los cadáveres: "Enviados de Dios para engañar a el Diablo".