domingo, 31 de julio de 2011

Cinco noches

La primera vez fue la noche de un día casi perfecto. Habíamos celebrado una comida en el jardín con nuestros mejores amigos. Los niños salieron a jugar a la playa y los mayores pasamos la tarde brindando por los buenos vientos que impulsaban mis negocios. Un día de sol, un día de felicidad completa.
Al anochecer, mientras recogía la mesa bajo el porche, ya solo, una ráfaga de aire helado cubrió de nubes el cielo y bajó hasta la casa, zarandeándome como en un vendaval, revolviendo el mantel y lanzando los cubiertos al suelo. Entré en el salón con el ánimo turbio. Acabé discutiendo con toda la familia y me marché a dormir con una rara angustia anclada en el estómago.

La segunda vez fue al día siguiente. Cuando me informaron del colapso de la bolsa y la fuga de mi socio.

La tercera antes de ayer, después del accidente, cuando me encerré en mi habitación con la primera botella de alcohol que encontré en el mueble bar, ahogando en el olvido la certeza de que, con ellos, mi vida se había quedado en aquel coche.

La cuarta no pude dormirme hasta caer borracho. Quedé varado de espaldas, encarando las sombras del techo, con la boca entreabierta y los brazos inútiles sobre el regazo de las sábanas. Era un sueño profundo que me atenazaba y me mantenía postrado, inevitablemente inmóvil; pero a la vez despierto en un consciente duermevela.
Escuché brotar a los lejos su espantoso bramido, apagado primero, luego creciendo en su acuciante galope hasta mi lecho; como una tormenta de arena que inunda un poblado de adobe en el desierto. Lo intuía llegar desde la atalaya de mi pesadilla, sabiendo que yo era su presa atrapada. Intenté inútilmente despertarme, abrir los ojos, gritar, zafarme de mi inmovilidad, salir del sueño y buscar refugio... ¿en qué brazos? Cuando aquello se deslizó en mi habitación se había transformado en silencio, un silencio del que mi cerebro sólo adivinaba el sonido del frío. Me hubiese arrugado en cuclillas como una bola de papel y escondido en lo más profundo del embozo, como un niño asustado que aguarda el abrazo que le salva cada mañana de los malos sueños. Pero así permanecí toda la noche, rendido, indefenso, desesperantemente expuesto a la caricia de un silencio mortal..., a la soledad perenne..., a un dolor sin orillas...

Hoy será la última vez. A medida que van pasando las horas siento cómo me inunda el amargo sabor del pánico. Ignoro la razón de esta certeza, pero sé que esta noche, cuando el horrísono frío al fin me abrace, deberé sin remedio abrir los ojos...

lunes, 25 de julio de 2011

Caras que nunca olvidas

Cuando era niña nos llevaron a un museo. Estábamos todos cogidos de la mano, todo iba perfectamente bien. Yo solo tenía unos siete años o quizás menos. Íbamos a salir del museo, cuando vi en las afueras, apoyada a la pared a una anciana. Era evidentemente una vagabunda, su cabello estaba enmarañado y gris, sus ojos sobresalían entre su gris rostro por el polvo y la suciedad. Sus ropas eran harapos igual de mugrientos.
Soy incapaz de olvidarme de esa mirada. Esos ojos firmes, iracundos pero solitarios que me siguieron. Me quedé mirando a la anciana, sosteniendo su mirada y ella se levantó, como si fuera a decirme algo.
Entonces giré y todos se estaban alejando. Corrí y la anciana no pudo seguirme. Estaba asustada pero mi madre creyó que solo era una vagabunda y nada más.
Gran error.
Años después, cuando yo ya contaba con catorce años estaba en una fiesta y salimos de la casa. Ya eran casi las doce y mis padres no venían. Todo estaba iluminado por las luces amarillas y brillantes de los faroles que tanto me siguen molestando.
Entonces, giré porque escuché un sonido, como de algo arrastrándose.
En la vereda, vi una figura de harapos, gris, con un cabello largo y enmarañado. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo y cogí el brazo de una amiga. NO tenía tiempo para explicar la historia, pero reconocí a la anciana de hace años.
Tuve mucho miedo, quería volver. Se iba acercando más entre el silencio de la calle y la nocturna soledad de aquel lugar.
Entonces, cuando sentí que ya no podía hacer nada más que enfrentarla, alguien se puso a mi lado.
Era una pareja joven que esperaban para tomar un taxi. Hablaban despreocupadamente y la anciana se acercó hasta ellos.
Una limosna dijo extendiendo su mano. Era gris y arrugada, pude ver unas venas que sobresalían en el reverso de su palma.
El cabello le cubría casi todo el rostro y yo observaba de reojo, con miedo a que me reconociera.
No tenemos nada ¡A otro lado, anciana! exclamó el hombre muy irritado y su acompañante se alejó con un poco de asco.
Me compadecí un poco de la anciana. Y ésta, como leyendo mis pensamientos levantó la cabeza.
Uno de sus ojos se clavó en mi cara y sentí que me ponía pálida como una hoja de papel.
Creo que mis amigos me llamaban y yo no los escuchaba.
Pude ver que el ojo se cerraba y luego miraba de nuevo a la pareja.
Arrastrando los pies la anciana desapareció, y pude escuchar en un mascullo.
Una cara jamás de olvida seguida de una risa algo nasal y una tos algo fuerte.
La anciana desapareció en unos segundos y la pareja cruzó la calle.
Ahí fue cuando ocurrió.
Vi como un auto llegaba a una velocidad increíble y los chocaba de una manera tan brutal, que el hombre salió disparado y su acompañante quedó tirada en el suelo, con la marca de los neumáticos encima.
Me quedé paralizada y segundos después comencé a gritar por ayuda, pero no me acerqué. Evidentemente estaban muertos.
Esa noche la policía llegó y mis padres me recogieron.
Cada cierto tiempo, veo a la anciana por las calles. Cuando estoy en el autobús la veo y deseo con todas mis fuerzas que ella no sepa que la espío. Su rostro... nunca lo voy a olvidar.
Tal vez lo que ella dijo era verdad...
Una cara jamás se olvida.
Yo no olvidé la de ella.
Y de seguro, ella no ha olvidado la mía.

sábado, 16 de julio de 2011

Difícil de recordar

Lo ultimo que recurdo fue que veia las gotas de lluvia deslisarse por la ventana del tren. Afuera de el no habia mas que oscuridad y borrosas sombras, como un recuerdo lejano. El conductor habia anunciado que llegariamos a la estación Brahms en 15 minutos. Ese era mi destino. No sabia en que ciudad estaba, solo sabia que vivia en Nueva York y que me dirigia a la estación Brahms.
En mis manos llevaba un maletin cerrado con una clave de tres digitos que no conocia,e íba vestido de traje negro y sombrero. En mis bolsillos habia una cartera de cuero negro, con dos dolares y mi identificación que decia que me llamaba John Hendrix y mi fecha de nacimiento era el 1 de septiembre.Hay el tren se metio en un tunel que dejo negro el exterior.
En un periodico alfrente mio señalaba la fecha como el 11 de diciembre y de titular tenia INCENDIO EN LA CALLE LYNCH 25 muertos, la calle es llamada por los pobladores "La calle del infierno".
En ese momento hubo un fallo en la luz del tren y no pude seguir leyendo. Tan solo en ese entonces me di cuenta que no habia nadie en el tren y al pasar al otro bajon solo pude ver unas seis personas, arriba de la puerta del conductor señalaba la hora, eran las 11:15pm. En un aciento habia un anciano tociendo, y dos acientos mas adelante un joven escuchando musica en su ipod. Me sente al mismo tiempo que el conductor anuncio la parada en la estación Brahms. Sali lo mas rapido que pude a la luz, chocando con un oficial de policia que sostenia un café, el café se derramo sobre mi hombro derecho y sobre el pecho del oficial fue hay cuando vi su nombre se lla maba H.Manson. Le pedi perdon y continue caminando subi las escaleras arriba de la estación y termine en un corredor poco iluminado lleno de posters de cometicos y peliculas. Adelante se encontraban mas escaleras y a lado de ellas una puerta, aunque no tenia idea de donde íba sabia que tenia que subirlas.Pero cuando me encontre a lado de la puerta de empleados esta se abrio de un solo golpe y un conserge de el otro lado me dijo-Sigame señor Johnson yo se donde se dirije. Como no sabia donde íba, pero al parecer ese sujeto si lo segi por un pasillo hasta llegar a otra puerta, el solo segia caminando hasta atravesar la puerta. No supe como reaccionar porque no tenia sentido,pero al pensar un poco me di cuenta de que yo no tenia sentido. Así que decidi abrir la puerta y entre a un closet bastante grande en donde el conserge se encontraba parado mirandome. Fue ahi que me di cuenta que era el mismo anciano que habia ocido en el tren. Al anciano se le tornaron los ojos rojos, y me dijo-360.
En ese momento el anciano desaparecio y las paredes del closet se volvieron amarillas, un amarrillo fuerte. Mire a mi alrededor y no existia tal puerta por la que entre y en las paredes estaba escrito con sangre 360 en cada rincon del closet estaba escrito 360. Entonces recorde mi maletin y la clave de los tres digitos que no recordaba. inserte la clave y el maletin se abrio de golpe.De el calleron dos objetos un papel , y una pistola. Cogi a pistola con una mano y deje caer el maletin. Tambien cogi la hoja que decia- DESPIERTA. Me dispare en la cabeza.
Doctor que cree que signifique este sueño.
Pues probablemente,si es recurente debe tener algun nexo con su vida,no hay nada familiar en su sueño, algo que se conecte con la realidad.
Bueno el anciano en mi sueño ...es usted.

jueves, 7 de julio de 2011

La cueva tenebrosa

Había una vez un pueblo en el que lo más temido era perderse de noche y acabar en la "cueva tenebrosa". De aquel lugar no había vuelto nadie, y cuando alguien se perdía por allí lo último que se oía era un gran grito de terror y luego unas enormes risotadas.
La gente del pueblo vivía aterrorizada ante la posibilidad de que el monstruo un día abandonara la cueva, y llenaban la entrada con regalos y comida que al poco desaparecían. Un día llegó por aquella zona un joven a quien la situación pareció tan injusta, que decidió entrar a la cueva y enfrentarse al monstruo. EL joven pidió algo de ayuda, pero todos eran tan miedosos que ninguno se acercó lo más mínimo a la entrada de la cueva.
Entró en la cueva alumbrándose con una antorcha y llamando al monstruo, dispuesto a hablar con él y explicarle la situación. Al principio el monstruo rió largo rato, lo que el joven aprovechó para acercarse según le oía más y más alto, pero luego se calló, y el chico tuvo que seguir caminando sin saber a dónde, hasta que llegó a una grandísima caverna. Al fondo le pareció adivinar la figura del monstruo, y en cuanto se acercó un poco, sintió un fuerte golpe en la espalda que le empujó hacia adelante, hacia un agujero en la roca que no pudo evitar, y cayó. Sintiéndose morir, lanzó su último grito, y fue entonces cuando oyó las grandes risotadas.
"vaya, creo que me ha devorado el monstruo", se decía mientras caía. Pero según iba cayendo, sintió música, y voces, y más claridad, y cuando dejó de caer y fue a parar contra un suelo blando, oyó un grito unánime: "¡¡sorpresa!!, y sin creérselo, se encontró enseguida en medio de una gran fiesta.
Allí estaban todos los que nunca habían vuelto al pueblo, y le explicaron que aquel lugar era idea de un antiguo alcalde del pueblo, que trató de hacer grandes cosas y no pudo por el miedo que siempre tenían sus vecinos, y que cansado de aquella vida de miedo, había inventado la historia del monstruo para demostrarles el poco sentido que tenía su actitud.
Así que allí se quedó en joven, disfrutando de la fiesta en compañía de todos aquellos que se habían atrevido a acercarse a la cueva

¿Y en el pueblo? En el pueblo aún siguen pensando que la cueva tenebrosa es el peor de los castigos...