domingo, 4 de diciembre de 2011

El fantasma del difunto

Luis Enrique, hombre trabajador y luchador, este año no la tenia toda a su favor desempleado y con tres hijo y su mujer para mantener, no le había quedado otra alternativa que emplearse en un servicio funerario como chofer de una de las carrozas fúnebre, trabajo que no le agradaba mucho pero como el mismo decía la “Necesidad tiene cara de perro”. Así que nuestro amigo laboraba en este trabajo de 2: PM a 10: PM en el turno segundo y fue cuando culminando sus labores por ese día el supervisor le dice: - Mire Señor Luis, tengo que hablar con usted. Luis Enrique mira a la persona que le hablaba, este era un individuo de aspecto bonachón, como de unos 50 años aproximadamente. - Qué se le ofrece, señor Manuel? Contesta Luis Enrique con un poco de recelo en sus pensamientos quizás estaría pensando me despidieron. - Sucede que tenemos un difunto que tenemos que entregar en Turmero y el Señor Carlos no puede venir a trabajar hoy porque esta mal del estómago y… - ¿Y qué? - pregunta Luis Enrique con un poco de ansiedad. - Bueno, yo pienso que usted es la persona indicada para realizar este trabajo. - ¿Yoooo? - pregunta Luis Enrique. - Sí usted. - Pero eso esta, más o menos a cuatro horas de camino, yo estaría llegando a Turmero como a las dos de la mañana y para regresar ¿A qué hora? - Se alarmó nuestro amigo. - No te preocupes, en el regreso te puedes quedar en un hotel y te regresas cuando te sientas en condiciones. - Caramba Señor Manuel, yo no conozco Turmero y no sé la zona donde voy - replicó Luis Enrique. - Aquí tengo todo los datos que necesitas. Luis, mira necesito que me ayudes con este trabajo, ya que nos comprometimos a entregarlo hoy, contando con el señor Carlos pero ya tu vez así que cuento contigo. - Está bien, ni modo- replicó nuestro amigo y en pocos minutos estaba en marcha con su tétrica carga Ya había pasado una hora de camino y pasado el peaje de tazón tomando la autopista regional del centro que lo conduciría al estado Aragua, cuando baja por el sector los ocumitos nuestro amigo mira algo que se mueve en la orilla de la autopista y piensa. - ¿Qué es esto? ¿Será que alguien está pidiendo que lo lleve? ¿Y si es un atracador? Bueno, no creo que alguien quiera atracar a una carroza fúnebre, me voy a detener y si quiere el aventón…, pues con mucho gusto lo llevo. Nuestro amigo detiene el coche frente donde estaba la persona que le movía las manos. - ¿Qué le sucede, amigo? - pregunta Luis enrique. - ¿Me puede usted llevar? - contesta el hombre que estaba haciendo señas. - Bueno, si no le importa viajar en carro fúnebre. - No me importa. - contesta el extraño personaje. - Bueno, si es así pues suba usted - replica Luis Enrique con una expresión de alivio en su rostro. El extraño personaje aborda el coche sentándose al lado de Luis Enrique. - Caramba! sentí frió al abrir la puerta del coche - dice Luis Enrique. - ¿Para dónde se dirige usted? - pregunta nuestro amigo. - Bueno, yo me dirijo a Turmero- contesta el extraño. - No lo puedo creer -dice Luis Enrique. - ¿Por qué, acaso tengo cara de mentiroso? - replica el extraño. - No, no es eso, lo que sucede es que yo tengo que llevar a este difunto a Turmero y yo no conozco la zona y mira que encontrar a estas horas de la noche alguien que vaya a Turmero aquí en caracas… es como un milagro. - Bueno, se han vistos muchos casos - responde el extraño. - ¿Conoce usted a Turmero? - pregunta Luis Enrique. - Sí, nací en ese lugar - contesta el extraño. - Qué bueno, entonces usted conoce este sitio donde yo voy, mire la dirección - Luis Enrique saca una carpeta y enciende la luz del interior del coche y se la muestra a su acompañante, que casi sin mirar le responde: - Sí sé dónde es la dirección. - Genial - replica Luis Enrique. Y así recorren varios kilómetros casi sin mediar palabra, ya que las respuestas del extraño acompañante de nuestro amigo no exceden de Sí o No. Pasando cerca de una venta nocturna de café y comida Luis Enrique detiene el coche y le habla a su acompañante. - Podemos bajarnos a tomar algo en este sitio, un café u otra cosa? - No quiero nada - respondió el acompañante. - Bueno, está bien, cuídame al pasajero de atrás - bromea Luis Enrique, que el extraño ni se inmutó, a los diez minutos regresa nuestro amigo y pregunta: - Alguna novedad? Sabes… no me has dicho tu nombre. - No me lo preguntaste - contesta el extraño. - Bueno, yo me llamo Luis Enrique - dice nuestro amigo y extiende su mano, cosa que el extraño no le corresponde el saludo, pero sí habla. - Yo me llamo Pedro Caballero. - Entonces si tú eres de Turmero posiblemente conoces al difunto – replicó Luis Enrique. - Claro que lo conozco - contesto tajante el extraño hora Pedro caballero. - Sabes que eres un poco extraño - replica Luis Enrique. - ¿Por qué? - pregunta el acompañante. - Bueno, casi no hablas, no te ríes por nada, no comes, no bebes café. - ¿Tienes familia? – preguntó Luis Enrique. - Mira, ya estamos llegando, dobla a la izquierda y rueda cuatro cuadras y la casa es la número 27, ahí te están esperando – habló el extraño tajante y sin vacilar un instante, cosa que sorprendió a nuestro amigo. - Caramba, casi me dejaste loco, como sabes el número de la casa, la dirección si ni siquiera viste la carpeta, cuando te la mostré - habló Luis Enrique y de verdad estaba impactado. - Bueno, no tengo tiempo de responderte eso en estos momentos, así que déjame en esta calle y sigue tu camino y que Dios te acompañe - respondió el extraño, que ahora era más extraño todavía. - Oye, pero por aquí no hay nada, ni casas. Si quieres después de entregar al difunto te llevo a tu casa. - No puedo quedarme más tiempo, me bajo aquí - dijo y actuó el extraño. - Caramba, vale déjame parar el coche por lo menos - dijo Luis Enrique, que cuando no había terminado de estacionar, el extraño ya se había bajado y emprendido la marcha hacia el lado contrario de la calle. Luis Enrique trata de seguirlo con la vista pero el extraño se perdió en lo negro de la noche. - Vaya! Sí que tiene prisa – habló para sí mismo nuestro amigo, y poniendo nuevamente el auto en marcha, se dispuso a seguir la indicación que minutos ante el extraño le había indicado, y en efecto, en pocos segundos estaba frente a la caso donde esperaban al difunto las personas que estaban al frente de la casa al mirar la carroza corrieron al encuentro de la misma y enseguida se escucharon algunos llantos y lamento era claro que el difunto era muy querido en la casa y en la zona a juzgar por el numero de personas que acudió a el encuentro del difunto. Enseguida una mujer aborda a Luis Enrique y este se apresura a saludarle con estas palabras. - Buenas noches señora… mi sentido pésame. - Gracias - contesta la mujer como de unos treinta y cinco años de edad y nuestro amigo sin mediar palabra, camina hacia la parte posterior de la carroza tira la manilla de la compuerta, la cual se abre dejando entre ver la caja marrón que portaba el cuerpo del difunto y de inmediato varias personas se acercaron ayudando a Luis enrique a sacar el féretro trasladándole a un lugar predestinado ya para lo que seria el velorio del difunto acto seguido, el féretro fue puesto sobre uno pedestales y la mujer que antes salió a recibir a nuestro amigo abrió la compuerta que deja ver el rostro del ser querido al instante se escucharon los llantos y el desfilé de personas no se hizo esperar Luis Enrique ansioso, por dar por terminado el trabajo, pregunta: - ¿Quién me puede firmar el papel de recibido? - Yo - contestó la mujer que antes había recibido a nuestro amigo, y sin titubeo agarró los papeles que le entregó Luis Enrique. Éste, al recibir los documento firmados, da media vuelta y trata de salir de la casa, pero se frena como parado por una pared, y pensando en voz alta, dice: - Caramba, yo he viajado con este difunto por cuatro horas y ¿no le voy a ver la cara? – Luis Enrique se regresa sobre sus pasos y se acerca hacia el féretro y sin vacilar, se asoma a la ventanilla y el grito de pavor que salió de la garganta de Luis Enrique se escuchó por toda la zona. - Noooooooo, no puede ser posible. Luis Enrique sale despavorido del lugar llevándose todo lo que encuentra a su paso, la gente trata de detenerlo y calmarlo para saber que le ocurrió. - ¿Qué pasa Señor? - pregunta la señora que antes había firmado los papeles. - Es que este señor yo lo monté en los ocumitos, fue el que me indicó la dirección exacta hasta aquí, me dijo que se llamaba Pedro Caballero, se bajó del carro media cuadra antes ¿cómo puede ser el mismo? - ¿Quiere decir que viajó con un fantasma? *NOTA: La vida siempre te dará sorpresas, y por eso debemos estar preparados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario