martes, 29 de octubre de 2013

El hijo del fantasma

Los sueños extraños comenzaron cuando me mudé de casa. No eran pesadillas pero me inquietaban profundamente, pues en esos sueños veía gente que nunca conocí y recorría lugares desconocidos, y veía todo con tanta claridad que no parecían ser creaciones de mi mente, sino recuerdos. Soñaba también con aquella casa, pero al recorrerla lucía diferente, más nueva.
La situación extraña no se limitaba a tener esos sueños, porque por un comentario que hizo mi esposa me enteré que por las noches hacía cosas sin darme cuenta, si recordarlas luego. No le dije nada para no asustarla, si es que me creía, porque caminar dormido es una cosa, pero lo que yo hacía en esos momentos que no recordaba… sí que era extraño para un sonámbulo.
Una noche sumamente calurosa, abandoné el lecho y fui a sentarme al patio interior. Desde allí veía el interior de la habitación gracias a la gran ventana que tenía y a las cortinas descorridas. Veía la mesita con la veladora, la cama, y en ella mi esposa.

Seguía disfrutando del aire fresco cuando vi que algo se movía dentro de la habitación, y vi de pronto a un ser espectral, a un fantasma. Era una figura humana borrosa, como hecha de humo. Flotaba lentamente ante mis aterrados ojos, y sin poder moverme vi como se ubicaba en mi lado de la cama hasta quedar acostado.
Reaccioné un instante después, me precipité hacia el cuarto, pero cuando entré mi lugar estaba vacío, o el fantasma ya no se veía más.   Esa noche comprendí el origen de aquellos extraños sueños: eran los recuerdos del fantasma. Y me estremecí al pensar en aquellos momentos de la noche que no recordaba, pues comprendí que sucedían cuando el fantasma se apoderaba de mi cuerpo.
Desesperado, inventé una excusa y nos marchamos al día siguiente.
Hoy mi esposa me dijo que está embarazada. Sé que ese niño tiene mi sangre, pero teniendo en cuenta la fecha de la concepción, creo que es hijo del fantasma. 

miércoles, 16 de octubre de 2013

Terrible venganza de Jenny, la gorila

-Los reuní aquí porque quiero contarles una historia…, la historia más asombrosa que escucharán en su vidas- dijo el viejo Sandoval, dando una larga pitada a su oloroso habano cubano-. Ustedes saben que mi gran pasión es la caza mayor, y que a causa de esta noble actividad de caballeros, he ganado unos cuantos enemigos a lo largo de mi vida. Lo que no saben es que mi enemigo más fabuloso no es un hombre, sino un animal. Una gorila llamada Jenny. Si tienen un poco de paciencia, explicaré sobre el asunto, porque creo que vale la pena escucharlo.
     "Fue hace mucho, a principio de los ochenta, cuando escuché hablar de ella por primera vez, en la selva del Congo. Según el relato de los aldeanos, existía en la selva una gorila a la que llamaban Jenny, que poseía la inteligencia de un hombre y lideraba una manada de quince o veinte gorilas, todos ellos imposibles de ver y mucho menos de cazar. Varios de los hombres que trataron de cazarla terminaron de la peor manera, de hecho el último de ellos, un inglés de porte distinguido y aristocrático, había sido encontrado en lo alto de un árbol de teca, con la cabeza girada hacia atrás y su rifle de última tecnología metido profundamente en el trasero. No sé si todos estos rumores eran reales, pero lo cierto es que después de escucharlos quedé naturalmente obsesionado con Jenny. Me propuse conseguir lo que nadie hasta el momento había logrado: darle caza. Había una sola fotografía de Jenny, que un turista afortunado había conseguido tomar meses atrás. Con eso me bastaría para reconocerla y atraparla. Contraté a varios hombres para que me ayudaran con el rastreo, y luego de un día entero de preparativos, en el cual nos aprovisionamos y cargamos nuestras mejores armas y trampas, partimos rumbo a la selva.
    "No aburriré a mi audiencia contando los pormenores de aquella caza que duró dos semanas enteras, pero sí diré que Jenny era realmente muy astuta y en varias ocasiones burló nuestras emboscadas más efectivas. Aquella endemoniada gorila se movía como una sombra y su manada no se quedaba atrás. Sin embargo, al cabo de quince días mis hombres lograron sorprender al grupo, o al menos parte de él, mientras bebía a la vera de un arroyo. La mayoría de los animales escapó, aunque logramos matar a dos de sus integrantes. Ninguno de ellos era Jenny. Uno era un gorila viejo, que prácticamente no tenía dientes y con seguridad no viviría otro año más. El otro era un bebé. Un bebé gorila, de no más de diez meses de edad. Y es aquí donde comienza la parte extraordinaria de la historia.
    "Reconocimos al bebé en la foto del turista. Estaba trepado a la espalda de Jenny: era su hijo. Así que decidimos utilizar el cadáver del bebé como carnada. Empalamos su cuerpo cerca del campamento y aguardamos, apostados detrás de una trinchera natural formada por las rocas de un montículo, la llegada de Jenny, pero nunca apareció. Yo pensaba quedarme en la selva el tiempo que fuera necesario, estaba realmente entusiasmado ante la posibilidad de capturar a la legendaria gorila, pero un desgraciado accidente interrumpió forzosamente la cacería. Uno de mis guías cayó por un acantilado y se rompió el cuello. Digo que fue un accidente, porque en ese momento realmente creímos que lo era, aunque luego, en vistas de lo sucedido, me vi obligado a reconsiderar los hechos…
    "A regañadientes abandoné la expedición y regresé a mi hogar. Jamás había vuelto de una jornada de caza con las manos vacías, por lo que me sentí inútil y miserable. Aunque la cabeza del bebé gorila, que mandé a embalsamar y que ahora cuelga de una de mis paredes, en más de una ocasión actuó como triste consuelo.