Los exploradores espaciales estaban confundidos con aquel planeta. Desde la
órbita, los instrumentos indicaban que había vida en él, pero las lecturas eran
raras, imprecisas.
A pesar de la poca información que se tenía sobre el
planeta, se resolvió enviar una nave para explorarlo. Un grupo de cinco
astronautas bajó a la superficie. En la nave iba el capitán Jonson y sus
subordinados: Smith, Anderson, Ortega y Lambert.
Desde la consola de la nave
confirmaron el tipo de atmósfera que había en el lugar. Salieron con sus trajes
espaciales puestos, pues la atmósfera era mortal para los humanos. Sin alejarse
de la nave echaron un vistazo al tétrico paisaje del planeta.
Unas nubes muy
oscuras se convulsionaban en el cielo; cruzaban velozmente, se arremolinaban, y
toda esa actividad generaba relámpagos, pero a pesar de esa tormenta no caía ni
una gota de agua.
La superficie era extrañamente parecida a un bosque
terrestre. Los exploradores se miraron desconcertados.
- Aquí no puede
existir este tipo de vida -dijo Anderson, mirando a su capitán.
- Es cierto
- afirmó Jonson -. Con esta atmósfera no podría existir una vegetación así.
Como en toda exploración, cada uno llevaba un arma, y mirando hacia
todos lados les quitaron los seguros: algo no estaba bien en aquel
planeta.
De pronto, de atrás de un árbol surgió una niña pequeña que cargaba
un muñeco en sus brazos.
La niña tenía el rostro inmóvil y la mirada
inexpresiva, como si fuera una muñeca; en cambio el muñeco los miraba con
malicia y sonreía.
- ¿¡Qué diablos es eso, capitán!? -exclamó Ortega,
apuntando hacia el muñeco.
- ¡Tranquilos! No disparen. No creo que sea lo que
parece, es… es algo más -dijo Jonson.
Enseguida hizo su aparición otro
personaje. Era un lobo con cabeza de hombre. Aquella criatura caminó de un lado
para el otro como una fiera enjaulada sin dejar de mirarlos, después se sentó
sobre sus patas traseras.
Anderson gritó de repente; le habían tocado el
hombro. Saltó hacia adelante y se volvió rápidamente; los otros también giraron,
y entonces vieron a una persona sin rostro, que, extendiendo sus brazos buscaba
dando manotazos al aire. Y en ese momento brotaron de todas partes unos gritos
espeluznantes, carcajadas malignas y gruñidos roncos, y unas brujas calvas y
decrépitas salieron volando del bosque aterrador y cruzaron por encima de grupo
lanzando gritos y carcajadas.
- ¡Maldito planeta aterrador! -gritó
Anderson - ¡Nos quiere matar de un susto!
- Aparentemente sí. Debemos
irnos de aquí. Esas cosas no pueden ser reales -observó Jonson, y agregó-.
Dispárenles para ver cómo reaccionan.
Los hombres abrieron fuego; las
criaturas ni se inmutaron, no eran reales.
Subieron a la nave y despegaron.
En la nave principal dieron su reporte, que estaba respaldado por los videos que
habían filmado las cámaras que llevaban en los cascos de los trajes
espaciales.
Los científicos llegaron a la conclusión de que todo aquello era
una especie de ilusión creada por algún ser con grandes poderes. Al planeta se
lo llamó “El planeta del terror”.
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