viernes, 14 de junio de 2013

La cosa de la oscuridad

Emilio ya se acostó un poco asustado. Estaba de visita en la casa de sus abuelos. Como casi nunca los veía no era mucho el afecto que tenía hacia ellos, y la casa lo impresionaba bastante por ser vieja y grande, por eso nunca se quedaba, a pesar de que sus abuelos siempre lo invitaban.
Como en su cumpleaños ellos le regalaron una bicicleta nueva, fue casi una obligación quedarse un fin de semana con sus abuelos.
Acostado pero sin poder  dormir, Emilio escudriñaba la oscuridad del cuarto. En aquella oscuridad, algunas cosas parecían moverse, sobre todo un abrigo que estaba colgado en un rincón. Parecía mover las mangas como si hubiera algo dentro de él, lo que le daba la apariencia de alguien sin cabeza y sin piernas.

Emilio trató de no mirar más hacia el abrigo, pero donde posara la mirada había algo que se veía aterrador en la penumbra. Hasta la gran mancha de humedad que prosperaba en una de las paredes parecía ser un rostro deforme que sonreía. En el rincón más oscuro, Emilio veía aparecer y desaparecer a un cuerpo informe, pequeño, que flotaba por un instante para enseguida desaparecer en la oscuridad.
Para no seguir asustándose cerró los ojos y se cubrió hasta la cabeza. El silencio de la casa y sus alrededores finalmente hicieron que se durmiera.
Despertó al escuchar que golpeaban la puerta; ya estaba de día, era su abuela.

- ¿Se puede pasar? - preguntó su abuela desde el corredor.
- Sí abuela, pasa.
- ¡Buen día! - saludó la anciana tras abrir un poco la puerta.
- Buen día.
- Veo que sentiste frío. Hubieras tomado una frazada del ropero.
- No sentí frío abuela, ¿por qué lo dices? - le preguntó Emilio mientras se sentaba en la cama.
- Creí que habías sentido frío porque vi que tienes ese abrigo en la cama.
Emilio miró hacia un lado y vio horrorizado que el abrigo que parecía moverse estaba sobre la cama.

1 comentario:

  1. Mmmm... que bueno.
    Los abrigos no caminan solos, pero algunas veces... alguien los acompaña.


    mariarosa

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